Cotidianidades... 73

06/octubre/2014

Cotidianidades…
Un domingo cualquiera, la mayoría de las personas suelen permanecer un rato más en cama y olvidarse de las prisas y el estrés. Los que somos pobres de tiempo disfrutamos del placer de levantarnos despacio, desayunar tranquilos y estirar las piernas bajo la mesa en lugar de salir corriendo tras la combi o para subirnos al auto con el que habremos de encarar el tráfico.
Los domingos por la mañana son tan especiales, que hasta los más pequeños permanecen un ratito más en silencio, como dándonos permiso a los más viejos para disfrutar de la paz.
Uno sabe que esos momentos no son de larga duración, incluso lo más probable sea que antes del mediodía haya que arreglarse para ir a comer a casa de los abuelos, ir al súper o terminar con aquellos pendientes que se pueden volver un terrible obstáculo en los avatares cotidianos.
Pero aún ése es un trajín de corta duración, porque en la tarde suele volver la calma para instalarse con tanta pesadez, que no pocos han considerado a las tardes de domingo como el momento más terrible de la semana.
Claro que algunos aprovechan las primeras horas del domingo para salir a trotar a sus anchas y no apurados por el tiempo, para visitar las lápidas donde descansan cariños y recuerdos, y para acudir al llamado divino de sus respectivas creencias. Corredores, deudos y devotos se levantan incluso más temprano que otros días, pero con el incentivo que significa el hacer algo distinto y con la euforia que da el tener un poco de tiempo para hacer lo que queramos.
Para mí el domingo pasado fue distinto a los otros. Debí levantarme temprano pues daba clases de ocho a once, y no considero de buen gusto llegar con cara de crudo o con el almohadazo sobre el rostro. Además decidí ir mejor vestido de lo normal, en tanto después asistiría a la presentación de una revista en la Feria Internacional del Libro que organizó la UNACH y aunque sea uno medio gañan, a veces hay que guardar las apariencias, así sea nomás por despistar.
Claro que manejar un domingo temprano resulta placentero, pues pocos salen de sus casas a esas horas. Pero descubrir que incluso a las doce de la mañana hay pocos autos circulando por las avenidas, es casi un regalo de los dioses.
Sin embargo, uno está lejos de ser una proyección cósmicas de dichas deidades y en un ataque de crítica terrenal, no dejaba de lamentarme por el desastre de ciudad que nos han dejado con tantas obras inconclusas, mal planeadas  y ―según muestran encharcamientos recientes― mediocremente hechas.
Recordé también los comentarios de amigos que están pensando en irse a vivir a otros lados, en tanto aquí sus negocios ya quebraron o están a punto de hacerlo, y porque ven pocas posibilidades de crecimiento económico y comienzan a temerle l futuro.
Con el pesimismo rondando mi aura, llegué a la presentación de la revista Neurona, editada por unos jóvenes que desbordan tenacidad, talento y energía para perpetrar sus sueños.
Apenas entré al recinto, mi humor cambió.
Ahí nos contaron cómo los editores empezaron sin recursos económicos pero bien pertrechados con capacidad y entusiasmo. Al principio publicaron dos números digitales, el tercer ejemplar nació en papel y un año después realizan su décima entrega impresa.
La revista deja sentir su calidad tan sólo al contacto. Visualmente es atractiva y su contenido, variado aunque con fuertes inclinaciones hacia las bellas artes y la tecnología, resulta casi irresistible.
Sin petulancia ni poses, nos contaron del esfuerzo, la diversión y el empeño que le ponen a cada número de Neurona, con humildad agradecieron las múltiples ayudas que reciben en el día a día, y a cambio nos regalan a todos (porque es gratis) una publicación con la calidad para competir nacionalmente.
Si ve por ahí la revista, ojéela, disfrute las ilustraciones, lea algunas líneas ―que de seguro lo atraparán― y contágiese de la energía con que va cargada, la cual tiene su origen en la mente y el corazón de jóvenes mexicanos que están dispuesto a hacer bien las cosas, a convertir en un mejor lugar esta tierra donde vivimos y con quienes es un placer toparse los domingos por la mañana.

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