Cotidianidades... 43
03/marzo/2014
Cotidianidades…
Cuando era pequeño gustaba escuchar las
charlas de sobremesa de los adultos. Claro, eso implicaba que de vez en vez me
mandaran a comprar un tostón de tenme-aquí, pero también sucedía que escuchaba chismes,
consejos, bromas picantes y quejas perpetuas y sin aparente solución.
Una de estas quejas era la
necesidad de un lugar donde se pudiera escuchar música de marimba. Así, con
frecuencia repetían la pregunta, “¿Cómo es posible que en la capital chiapaneca
no haya dónde podamos disfrutar de ese instrumento de los dioses?”, esto,
además de implicar cierta actitud
megalómana, nos hablaba de romanticismo, nostalgia y orgullo por lo local.
Contrario a lo acostumbrado,
alguna autoridad escuchó el clamor popular y, aprovechando que se mandó a demoler
una horrible construcción que albergaba las oficinas de Tránsito del Estado y
de Agua Potable, ahí se construyó un parque al cual comenzaron a llegar todas
las tardes distintos grupos marimbísticos.
¡Nombre!, la arrechura y la alegría encontraron cobijo. Decenas de
personas —a veces cientos—, se han dado cita cotidianamente en el Parque de la
Marimba para levantar polvo con los zapateados chiapanecos, danzones, tangos y,
ocasionalmente, con alguna adaptación vernácula de los éxitos de Shakira.
Mientras los adultos bailan,
toman café o comen tamalitos, los niños corren persiguiendo burbujas de jabón,
piden que se les compre un globo o de plano se ponen a echar baile junto a sus
padres y abuelos.
En casi dos décadas la
sociedad civil llenó de sabor, anécdotas y símbolos ese espacio maravilloso,
que se volvió uno de los pocos atractivos turísticos nocturnos de Tuxtla
Gutiérrez.
Tristemente en su éxito ha
llevado la penitencia.
Desde hace algunos años, a una
mente brillante del municipio se le ocurrió que si el Parque de La Marimba
atraía tanto a las personas, ¿por qué no instalar ahí ferias comerciales y
artesanales? Claro, siempre es más fácil montarse en lo que ya está funcionando,
que promover un proyecto nuevo.
Bueno, pues esa idea genial
le dio paso al ambulantaje imparable, y en la actualidad, en el primer
perímetro del parque, se han instalado comerciantes artesanales —que no es lo mismo que artesanos—, vendedores
de bisutería y de productos chinos. Algunos incluso cuentan con una estructura física
proporcionada con el municipio, que además de fea, significa una barrera visual
para el paseante y para los comerciantes establecidos.
Por cierto, un amigo que
vende antojitos se queja de que para permitirle abrir el negocio, llegaron a
visitarlo inspectores de hacienda, seguro social, salubridad, de la moral y las
buenas costumbres, todo para que a los dos días de la inauguración, se le plantara
en frente un vendedor ambulante que vende lo mismo que él, pero en un carrito
portátil, sin pagar impuestos y sin la más mínima higiene.
Es evidente que detrás de
estos comerciantes hay líderes políticos, felices de ceder un lugar que no les
pertenece, a cambio de ganar un exiguo capital político.
Hace poco fui al Parque de
la Marimba con unas sobrinas adolescentes que de niñas lo disfrutaron mucho.
Amén de que ahora lo descubrieron más pequeño, su primera expresión fue: “antes
estaba padre”.
Estoy de acuerdo en que
todos debemos ganarnos el pan diario, que a veces la lucha es incesante para
cubrir las necesidades básicas del hogar, y que el comercio ambulante es un
trabajo honesto. Pero también considero que podría crearse un espacio para
promover el trabajo artesanal chiapaneco, y no destruir un lugar emblemático
ganado por la sociedad civil y que entre todos hemos ido llenando de
significado.
Algunas autoridades podrían
argumentar que no hay lugar para un espacio comercial como el que se necesita.
Además de acusarlos de poseer poca imaginación, les diría que muy bien pueden
utilizar el Palacio Municipal; estoy seguro que estos comerciantes le harán
mucho menos daño a la ciudad, que varias de las personalidades que ahí llegan,
supuestamente, a trabajar a diario.
El punto principal es único:
queremos que nos devuelvan el Parque de la Marimba, y en este sentido no cabe
negociación alguna.
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