Cotidianidades... 204
El
cuatro de marzo pasado, El Universal denunció cómo el culto a la imagen de los
políticos ha costado poco más de 5 millones de pesos en los últimos diez años.
Se refería al pago de retratos a lápiz, pinturas a pastel y en óleo, además de
fotografías oficiales de funcionarios, rectores de universidades y, por
supuesto, los nunca suficientemente bien ponderados presidentes.
Sinceramente pensé que se trataba de un
error. Es más, releí la nota para comprobar la cantidad, y sí, eran 5 millones
397 mil pesos. El punto es que no sé si ando de despilfarrador, pero hasta se
me hizo poco. Y no es que eso me entreguen de vuelto cuando voy por las
tortillas, ni que esté de acuerdo en que se gaste toda esa lana en promover la
imagen de estos tlatoanis de barro mal cocido, sino que, supongo, a mi percepción
le hicieron una broma entre varias variables.
La primera fue una variable un tanto bonachona,
pues me dio gusto saber que pintores, dibujantes y fotógrafos hayan logrado
hacer un negocio gracias a su oficio, lo cual —en este gobierno donde la única
cultura que se pondera es la de la corrupción— no siempre ocurre.
En segundo lugar, considero que mi visión fue
burlada por un juego de perspectivas. Es decir, cuando te enteras que dependencias
gubernamentales desviaron en cuatro años la friolera de 6 mil 879 millones de
pesos, a los otros cinco los ves poquito —aunque no los tengas y a pesar de que
su gasto implique despilfarro—, amén de que estos últimos fueron ejercidos
directamente y no los desaparecieron por medio de desvío de fondos a empresas
fantasmas.
Por otro lado (y acá comienza mi tercer
lugar), de acuerdo a una nota de SinEmbargo, tan sólo en el 2016 los estados
gastaron más de 9, 528 millones de pesos en comunicación social, mientras que
durante el sexenio, el gobierno federal ha gastado unos 2 mil millones de dólares
en el mismo rubro (New Yor Times); y por nuestras experiencias a ras de tierra,
usted y yo comprendemos que se trató, sobre todo, de pago de publicidad
destinada a ponderar cualidades ficticias de malos políticos y a ocultar información
sobre ellos.
Nomás por poner ejemplos concretos, el
gobierno de Oaxaca destinó a comunicación social más de 268 millones de pesos
en este año; ahí a su lado, el gobierno de Chiapas gastó en el mismo rubro 427
millones de pesos durante el 2016; y yéndonos al ámbito municipal, el
presidente impuesto de Tuxtla Gutiérrez gastó el año pasado, al menos, 6.5
millones de pesos en publicidad. Uno hasta se imagina que son gobiernos de
territorios pródigos, donde reina la abundancia y por eso se destinan esos
montos a tonterías... perdón… quise decir… para dar a conocer logros de
gobierno.
Lo absurdo es que esos señores crean que
pueden trascender y tener contentos a sus gobernados con notas propagandísticas,
vídeos televisados y anuncios en las redes sociales, mientras que temas
relacionados con la economía, salud, educación, seguridad y servicios públicos
andan por la calle de la desventura.
Parafraseando a una amiga, son funcionarios
que disfrazan su corrupción e incapacidad con vestidos mercadológicos, para
luego pedir el aplauso a su buena gestión.
A estas alturas de sus administraciones, no han
entendido que un excelente desempeño, que un trabajo comprometido y, sobretodo,
un gobierno que no pierda de vista el bienestar general, sí genera
trascendencia, les brindaría la posibilidad de seguir en el poder y además les daría
una enorme riqueza y libertad. Así, en lugar de estar pensando en fueros para
evadir sus responsabilidades, podrían sentarse de frente a la población y, con
auténtico liderazgo, presentar caminos para seguir creciendo.
Como eso por ahora no es posible, seguiremos
viendo que su sagaz solución a ríspidos problemas sociales, consiste en
presentar videos mostrando lo bonito que es el Cañón del Sumidero… claro,
cuando no tiene basura.
Hasta la próxima.
Foto: Proceso.
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