Cotidianidades... 1

09/abril/2013

Cotidianidades…

Dicen que el olvido es necesario para no volvernos locos, y quienes lo dijeron no se referían a perdones amorosos ni a cuentas públicas desfalcadas o a promesas de campañas. Ellos iban a algo tan simple y cotidiano como quienes se nos cruzan por la vida diaria pues, según ellos, si no olvidáramos tantos rostros, no podríamos ni dormir. Lo malo es que el cerebro no discrimina como quisiéramos, no lo sabemos manejar a nuestro gusto o quizá es que conforme pasa el tiempo, con tantos gigabytes almacenados, como que decide guardar algunos recuerdos allá por los intestinos y los convierte en lo que mejor ellos saben hacer. A unos más que a otros, considero que a todos nos ha pasado que nos encontramos con un rostro a quien no podemos asignarle nombre, o al revés, nos mencionan un nombre que nos trae a la mente montones de rostros que, como video de Michael Jackson, se transforman rápidamente pero sin encajar con el nombre que no hemos olvidado. Esto es a nivel individual, cada uno va por la calle con sus recuerdos y olvidos, con sus añoranzas simpáticas y otras cae mal, que no podemos olvidar porque el coraje nos regresa a ese momento como si estuviera ocurriendo en el presente, y una emoción de ese tipo es inolvidable, la tenemos atorada en la garganta y somos incapaces de tragarlas para mandarlas a… los intestinos. Ahora bien, hay olvidos compartidos, como quien dice comunitarios y construidos en equipo. Es esa clase de olvido que algunos políticos consideran su mejor abogado y gracias al cual esperan pacientes a regresar al escenario público y —mejor todavía— a echar manos a las arcas, pero es también el olvido que le dirigimos a personajes que por alguna cualidad, virtud o actividad, merecieron tener un monumento. Esto aplica acá en Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo, a Fray Matías de Córdova, de quien hay una estatua en el corazón de la ciudad al que, sin embargo, pocos recuerdan haber visto, algunos a pesar de haber estado cobijados bajo su sombra cinco minutos antes, quejándose del calor y sin voltear a ver hacia arriba. Un olvido similar, también en Tuxtla Gutiérrez, es el que tuvo doña Secundina Orantes Rincón, quien fue una de las dos modelos del monumento a la bandera, allá en el parque Morelos (ahora Parque Bicentenario). Doña “Cundi” representó a la mujer chiapaneca. Los que por acá vivimos más de una vez hemos pasado frente a ella y, aunque en el momento con toda seguridad su belleza causó revuelo, poco a poco se fue acomodando en la suave butaca del olvido y sólo unos pocos la recordaban. Doña Cundi falleció el día de ayer, muchas veces la vi sin saber quién era, creo que alguna vez me lo dijeron, pero con el tiempo también olvidé el dato. Sin embargo, ahora que la he recordado, he decidido escribir estas líneas como un breve homenaje a su memoria y como un toque a la memoria de los olvidadizos como yo, para que la recordemos aunque sea un ratito.

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