Cotidianidades... 61

16/julio/2014




Cotidianidades…
Por fin pude ver el principio y final de un partido mundialista, que no casualmente fue el último, donde se enfrentaban los teutones con mis amigos argentinos. Pero no vayan a pensar que lo hice en la soledad de mi cuarto y con miradas de repudio de la dueña des mis quincenas. ¡No, señor! Fue en medio de botanas, bebidas naturales y otras con mucha cebada.


Con honestidad les cuento que no podía dar crédito a lo que veían mis pizpiretos ojos chiapanecos, pues el evento fue organizado por mi mujer y un par de comadres (de quienes omitiré el nombre para evitar fracturas familiares). Cuando bajé las escaleras —vestido con una playera que guardo con cariño del tiempo que viví en la Buenos Aires— y descubrí la mesa preparada para pasarla bien, se los juro, creí que había gato encerrado.


Mis dos compadres llegaron con cara de sorpresa, los ojos muy abiertos y tan llenos de suspicacias que hasta probaron las sillas donde iban a sentarse.


Quienes actuaban con total naturalidad eran nuestras esposas y los niños; estos últimos volcaron todas sus tensiones corriendo y gritando por donde les dio su real gana, en tanto los papás estábamos estupefactos, casi temerosos y preguntándonos si algo habíamos hecho mal, pues no terminábamos de aceptar la realidad que estábamos viviendo.


Supongo que en el fondo estaba el suponer que de ninguna manera ellas  podrían ser víctimas de la mercadotecnia dirigida principalmente a varones. Sin embargo, tres cervezas fueron suficientes para vencer los resquemores iniciales y antes de que el árbitro silbara el comienzo del partido, ya estábamos apostando quiénes lavarían los platos.


Entonces ocurrieron otras transformaciones. Para empezar nuestros hijos, incluido el mío de poco más de dos años, ocuparon las primeras filas y durante varios minutos se mantuvieron expectantes.


Asimismo, uno de mis compadres, amable e introvertido, de repente comenzó a sufrir ataques irregulares de verborragia y se puso a gritar insultos ininteligibles que llevaron a uno de sus hijos a preguntar si su papá era alemán.


—Pos hasta donde sé es de Chicomuselo —dijo su esposa, al tiempo que hacía a un lado a su querubín que le estorbaba la visión de la pantalla.


Pensé que había visto todo, cuando la otra comadre empezó a mover las manos con desesperación mientras se levantaba despacio del asiento y con toda la fuerza de sus pulmones gritaba: ¡Corre! ¡Corre! ¡Ponle hue…!


—¡Está poseída! —pensé.


Ya andaba buscando el agua bendita para exorcizarla, cuando sentí en la nuca la mirada punzante de mi esposa. Apenas hicimos contacto visual, dirigió los ojos a mi asiento vacío y leí en sus labios que decía “bájale o te vas al cuarto”.


 De nuevo fue mi mujercita quien mejor leyó el escenario y tuvo toda la razón del mundo en pedirme serenidad. Resulta que ese domingo mi comadre demostró tener unas dotes increíbles como directora técnica de fútbol —deporte que dice odiar—, y seguros estamos que si ganó Alemania, fue porque desde Chiapas les llegaban las instrucciones que esta señora de mirada tierna no dejaba de gritar.


Sólo una vez la he visto enojada a un nivel de “alto encabronamiento”, y no fue porque su hijo rompió el ventanal en casa de la abuela ni cuando su marido chocó el auto por venir borracho de “quién sabe dónde”, sino la segunda ocasión que Higuaín llegó a estar sólo frente al portero teutón: —¡Dónde están los chingados defensas! —bufó— ¡Que se pongan buzos o los cambiamos!


Insisto, creemos que algo llegaban a escuchar los jugadores, pues ante las amenazas de mi comadre, dejaron de cometer errores defensivos. Por cierto, y si algún equipo de primera división anda buscando Director Técnico, puede comunicarse conmigo que yo los pondré en contacto con esta estratega de calidad mundialista, les aseguro que no se arrepentirán.


El partido terminó como muchos esperaban, ganó el que aprovechó un error del otro y respetó la línea de trabajo que comenzó hace doce años (“Los improvisados” no les dicen), contra un equipo que jugó con el corazón y el alma y a punto estuvo de vencer en el tiempo reglamentario.


Como siempre, se pueden aprender muchas cosas hasta de un partido de fútbol, por ejemplo, que lo sembrado ahora se cosecha, en ocasiones, después de un par de lustros. Cabría preguntar qué esperan cosechar nuestras actuales autoridades, cuando están sembrando con técnicas que incluyen destrucción, saqueo desmedido y actos inmorales. Pero de eso charlaremos en la próxima.

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