Cotidianidades... 45
17/marzo/2014
Cotidianidades…
Ahora que mi hijo está dejando de ser bebé
para convertirse en niño, su madre y yo estamos muy atentos a sus gustos y
preferencias. Esto se debe a que comenzó a preocuparnos seriamente la vocación
de nuestro chilpayate, no vaya a ser que por un descuido nuestro, no sólo yerre
en elegir su profesión, sino que además quede traumado para siempre y por el
resto de nuestras vidas oscile sobre nosotros —igual que el péndulo de Allan
Poe— la sensación de culpa irredimible.
Al principio no tomé en
serio este asunto y, mientras veía la tele o me sumergía en la lectura de algún
libro, le aseguraba a mi esposa que todavía nos quedaban muchos años por
delante para llegar a ese momento.
—En todo caso —le decía yo—,
habrá que ir ahorrando para que cuando sea adolescente, podamos pagarle un
psicólogo que lo ayude a librarse de complejos, odio a los padres, paranoias
citadinas, psicosis de preparatoriano y, de paso, le brinde orientación vocacional.
Quizá todo habría terminado
ahí, si no es porque la bisabuela, envestida en la autoridad que le brindan sus
102 años, anunció enfática que dedicará el tiempo que le queda de vida, a
convertir a mi hijo en sacerdote. «Dios nos libre», pensé al escucharla.
Aunque, honestamente, no estoy en contra de la carrera eclesiástica, sino de
dársela como única opción, así que, acorralado por las circunstancias, decidí
apagar la tele, dejar el libro y observar al niño.
De inmediato vi lo bueno que
es para darle golpes al tambor. —¡Va a ser de la porra de Jaguares de Chiapas!—,
anuncié contento. Entonces mi esposa, con su sabiduría materna, me enseñó que al
infante también le gusta jugar con el xilófono, lo cual me dio mucho gusto,
porque calculé que además podía ser marimbista. De esa manera, razoné, sus
opciones laborales se incrementan: sólo en Tuxtla hay 4,500 bares autorizados
—seguro necesitan música en algún momento—, además los marimbistas animan
fiestas, alegran ferias populares y dan conciertos. El Parque de la Marimba no
lo cuento porque estamos hablando de ganarse la vida como músico, no de
vendedor ambulante.
Mi esposa, blandiendo su
sabiduría, hizo oídos sordos a mis conjeturas y nos llevó a escuchar a la Orquesta
Sinfónica de Chiapas en el Zoológico Miguel Álvarez del Toro (ZooMAT). La
experiencia fue única, la música deliciosa y el lugar inmejorable. Mi hijo
sufrió un rapto hipnótico mientras duró el concierto y, a sus dos años, dio
muestras de que al menos por ahora le gusta la buena música.
Claro que el rastreo de oficios
y profesiones no terminó ahí. Evaluando algunas de sus otras características,
hemos considerado que pueda convertirse en colectivero. Y es que, por ejemplo,
cuando se sube a su cochecito, es capaz de ir hablando por teléfono, comer,
echarnos pleito e incluso jugar con unos billetes de juguete, ¡todo al mismo
tiempo!
Además, cuando vamos al supermercado,
se detiene en cualquier lado sin avisar, se lanza a cruzar los pasillos sin
fijarse si vienen carritos, se le cierra a los clientes distraídos que no pocas
veces han tropezado con él y es capaz de estorbar el paso de los demás, durante
varios minutos, sin dar la más mínima muestra de preocupación. Cualquier día de
estos aprende a realizar señales obscenas con las manos y el combo estará
completo.
También hemos pensado que
sería un excelente Presidente Municipal. Con sus juguetes bloquea el paso de
los principales accesos y rutas de la casa, lo que provoca caos y momentos
inseguros; no suele poner atención a los reclamos, sugerencias y peticiones de
todos los demás que compartimos este espacio con él; es cierto que no sabe nada
de diezmos, pero ya está aprendiendo a
chantajear para conseguir sus caprichos; y tememos que su costumbre de lanzar
golosinas y migajas por cualquier lado, terminen por atraer cucarachas, ratas y
otros bichos peligrosos para los que aquí vivimos. La diferencia radica en que,
en este caso, nosotros podemos realizar una limpieza diaria y santo remedio.
Por lo pronto, hemos
decidido regresar al ZooMAT el próximo fin de semana, pues durante el mes de
marzo, todos los domingos a las doce del día, estará ahí la Orquesta Sinfónica.
Tenemos la ilusión de que
sin importar el oficio que elija el niño, gracias a la música, aprenda a
ejecutarlo con pasión y armonía.
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