Cotidianidades... 145

Cotidianidades...
El recibo del sistema de cable, que además nos da el servicio de internet en casa, nos advirtió que debido a que no pagamos la mensualidad anterior, si no salíamos corriendo en ese momento a liquidar el adeudo, no tardarían en cortarnos el servicio.
      El efecto de la amenaza fue doloroso y preocupante, pues de cumplirse, no sólo me quedaría sin una herramienta fundamental de trabajo, sino que el perderíamos los canales infantiles, el acceso a videos en youtube y hasta algunos juegos en línea para niños, es decir, tendríamos que ocuparnos de atender al querubín en lugar de dejarlo a sus anchas entre tanta tecnología.     La cola para el pago era larga, y además, detrás de mí se colocó una señora quejándose de la carestía de la vida. Yo, con tal de no dejar a tal interlocutora hablando al vacío, le di un par de respuestas amables, lo que ella aprovechó para destornillarse con una charla que no terminé de entender.     Para mi buena suerte llegó un señor de lentes oscuros y vestido de blanco, que fue seleccionado por la señora para, ahora sí, intentar mantener una charla constante, sólo que dio la casualidad que éste señor apenas se acababa de cambiar de religión, y llegaba con un discurso de salvación así como de convencimiento, y se le veía más que dispuesto a conseguir nuevos feligreses.
        La señora ni siquiera se dio por aludida, y, hablando al mismo tiempo que su interlocutor, ante una retahíla de milagros que el señor aseguraba haber presenciado, ella se quejó de lo caro que están los limones, de cuántos colectivos deben pagar sus nietos para ir a la escuela y de los cargos tramposos que de pronto ponían Megacable. 
       Por casualidades de la vida, los tres pasamos al mismo tiempo a las cajas, al despedirnos todavía pude ver cómo él la volvía a invitar a visitar su iglesia el domingo, mientras ella —hablando al mismo tiempo, no faltaba más— le recomendaba ir a Chedrahui los miércoles, pero temprano.     Mientras manejaba de regreso a casa en el camino me encontré con muchas, muchísimas personas paradas en las banquetas de nuestra capital chiapaneca. No entendía de qué se trataba —por una severa infección estuve fuera de circulación todo el fin de semana y no leí ninguna noticia ni revisé las redes sociales—, aunque sí recibí el aviso de una señora que caminaba por el camellón, de que alistara unas monedas, porque más adelante un grupo de transportistas habrían de exigirme un pago para circular por la ciudad.
      En honor a la verdad nadie me pidió dinero. Eso sí, llegando a casa me avoqué a tratar de entender qué estaba pasando. El resumen fue estremecedor, porque hablaba de maestros en paro, transportistas bloqueando ciudades y con exigencias añejas, doctores sin herramientas para realizar su trabajo, alumnos normalistas ocupando casetas, protestas de la CIOAC y conflictos postelectorales en al menos cuatro municipios.
        Con cierta ingenuidad, y para tener la otra cara de la historia, decidí entrar a la página feacebookera del gobernador del estado. Nombre, ahí el escenario era otro, es más, podría pensarse que en Chiapas vivimos una fiesta diaria, donde se cortan listones, se inauguran centros de vigilancia, tienen reuniones de trabajo fundamentales para el vivir cotidiano y el gobernador acude a eventos multitudinarios donde se pelean por abrazarlo, todo lo anterior aderezado con frases motivacionales escritas por él mismo y con las que, si no avanzamos con trote ligero hacia la modernidad y el desarrollo, es porque no queremos.
      Uno podría pensar que ante ese juego de engaños, donde se muestra algo tan distinto a lo que vemos en la calle, la página estaría llena de comentarios soeces, insultos, reconvenciones y quejas.
     Nada de eso. La mayoría de los comentarios ahí vertidos hablan de una felicidad y disposición al trabajo, que si se llevaran a cabo, el mundo sería otro. Claro que muchos de los que ahí escriben lo hacen convencidos de lo que hacen, pero una gran mayoría, y de eso no hay duda (sólo hay que revisar algunos perfiles), corresponden a personas inexistentes. El gobierno dice algo bonito y un grupo de sujetos pagados responden con muchos aplausos que nadie cree.
       O tal vez sí: los destinatarios de esos aplausos pagados.
      Entonces no pude sino pensar en los señores de la fila para pagar, que sin escucharse entre sí hablaban de temas distintos, porque sus intereses de ninguna manera eran los mismos.
      Lo triste es que lo mismo está ocurriendo en Chiapas, y mientras los supuestos encargados de gobernar se enfocan a conseguir sus objetivos particulares y parecen creer que las imágenes y comentarios que ellos mismos pagan corresponden a la realidad, por el otro lado, el pueblo está tratando de salir de un atolladero político, económico y social provocado por la falta de liderazgo y por un gobernante que —alejado de cualquier augurio en las redes sociales— no considera soltar el puesto, pero tampoco gobernar democráticamente.
Hasta la próxima.
 
Ilustración: Jordán Ramírez.
 

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