Cotidianidades... 33

10/diciembre/2013


Cotidianidades…
Mientras el resto del país vivirá un recorte presupuestal en proyectos culturales,  la organización Desarrollo, promoción y fomento a la cultura A.C., del Distrito Federal, recibirá 61 millones de pesos para que lleve a cabo sus actividades. Esto es más del doble del presupuesto federal que recibirá cualquier otro estado de la república en materia de cultura. Llama mucho la atención porque esta A.C. fue fundada hace apenas dos años.

Al parecer el gran logro dicha organización, es que la dirige un amigo de la diputada panista Margarita Saldaña, presidenta de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, quien distribuyó los recursos públicos desde lo oscurito, conforme a su reenchilada gana y con la mira evidente de obtener beneficios personales.

Por cierto, en el camino quedaron sin siquiera revisar proyectos de varias entidades del país, donde algunos apuestan por la cultura como una forma de alejar de la violencia a niños y jóvenes. ¡Que se jodan!, ha de haber pensado la diputada, mientras ella pueda asegurar el futuro de sus descendientes por varias generaciones, el resto del país se puede ir a donde más le plazca.

El punto es que volvemos a encarar actos de corrupción política que, al menos de manera inicial, parecen destinados a quedar impunes y, nuevamente, estos mal llamados representantes del pueblo, nos muestran su poca ética moral, sus enormes ambiciones económicas, así como una franca escases de progenitora.

Llama la atención este objetivo bastante común entre los políticos, que a base de diezmos, tráfico de influencias y desvíos de recursos buscan enriquecerse lo suficiente como para que sus hijos, nietos y de ser posible los nietos de sus nietos, nunca tengan problemas económicos. Los que creen haberlo logrado se retiran de la vida pública, buscan el anonimato, intentan refugiarse bajo la sombra del olvido para que el origen de su riqueza no sea recordado y entonces reaparezcan con aires providenciales.

El problema es que atrás de ellos van otros y otras más, siguiendo las huellas y metas de sus predecesores, en una cadena que parece no tener fin, pues cuando se les acaba la lana, mandan a sus descendientes a continuar la tarea, prueba de ello es un numeroso grupo de “juniors” que están tratando de acaparar la atención pública en sus propios territorios. Son los hijos y nietos de exgobernadores y expresidentes que extrañan los tiempos de pujanza económica y poder absoluto.

El elemento contradictorio en este afán de construir un mejor futuro para sus descendientes, es que lo hacen destruyendo el tejido social, incentivando la corrupción y sentando las bases para que se conformen espacios y territorios absolutamente invivibles, donde la población olvidada a su suerte ha pasado de la pobreza y la desesperación al crimen organizado.

Se puede contra argumentar que ser pobre no implica ser criminal, y Chiapas es una prueba de ello: a pesar de ser uno de los estados más pobres, es todavía uno de los más seguros.

Sin embargo el ser social no es un ente único, predecible y mucho menos constante, y la realidad en varias entidades del país es que la exclusión no implicó la desaparición de los pobres, no se murieron porque dejamos de verlos, sino que aumentó la violencia, la locura y la criminalidad, en el afán de estas personas de no morirse de hambre y por sus aspiraciones de poseer lo que los demás tienen.

Obviamente el poder y la ambición ponen vendas en los ojos, y no les permite ver que su herencia no puede ser sólo económica, tiene que ser también ambiental, social, cultural, educativa y ética, porque de lo contrario dejarán cuentas abultadas de recursos, pero también una vida rodeada de miedo, angustia, desesperanza e infelicidad. ¿Es eso lo que quieren para sus descendientes?

Si alguno de ellos leyera estas líneas, quizá tendría el cinismo de responder  “para lo que me importa lo que pase en México, si yo y mi familia nos vamos a ir a vivir a otro país donde sí se hagan bien las cosas”.

Bueno, pues somos muchos los dispuestos a quedarnos a vivir aquí y es nuestra obligación empezar a detener actos corruptos como los de la diputada Margarita Saldaña, porque si bien está mal la situación, no tienen por qué ponerse peor, y si para lograr que mejore hay que mover los cimientos de instituciones como la Cámara de Diputados, entonces empecemos a mandarlos a volar, pues nos han demostrado ser ese tipo de personas que más vale perderlas que encontrarlas.

 

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