Cotidianidades... 67
25/agosto/2014
Cotidianidades…
El fin de semana pasado fui invitado a tomar
un café por un grupo de jóvenes interesados en la política, quienes realizan
actividades específicas en sus respectivos partidos y ya se están preparando
para las elecciones municipales del próximo año en Chiapas.
Eran cuatro hombres
egresados de buenas universidades, con estudios de posgrado y conforman —así
dijeron— una nueva ola de “jóvenes que quieren cambiar el rumbo de las cosas”,
por eso, a pesar de pertenecer a partidos distintos, pueden sentarse a departir
alegremente como en el brindis del bohemio.
Se me ocurrió preguntarles
por qué no había mujeres en el grupo, y en respuesta esgrimieron varias bromas
típicas del machismo añejo, para luego preguntarme si qué estrategias me
parecían pertinentes considerar en la planeación de una campaña política.
Con aire de “escuchen
párvulos y aprendan”, tuve la ocurrencia de invitarlos a conocer las
necesidades del electorado, identificar rutas que puedan generar el desarrollo
económico de sus regiones y establecer compromisos claros, alcanzables y que le
signifiquen beneficios para la región.
Lo último lo dije con una
sonrisa que borré de inmediato al ver los gestos de incredulidad de mis
anfitriones, quienes seguramente se lamentaban haber mal invertido los
diecisiete pesos que pensaron les costaría mi café.
—Eso está bien, suena
bonito, pero no sirve para nada —dijo uno de ellos—. Lo que te hace ganar una
elección es “maicear” a la gente para que te den el voto.
—De hecho ya sabemos qué
colonias te hacen ganar la elección —dijo otro—: las más pobres. Hay que
identificara los líderes, que convoquen a la gente, el mero día los recoges,
les das sus tortas, sus refrescos, un billetito y listo, el puesto es tuyo.
Las declaraciones tan
francas de estos jóvenes educados en los métodos más antiguos y podridos de la
política mexicana, me hicieron recordar que independientemente del nivel
económico o educativo que tengamos en lo individual, seguimos siendo esclavos
de la pobreza y la ignorancia generalizada, en tanto nuestros seudo líderes se
toman de estas dos calamidades para seguir gobernando y nunca salir del poder.
Sólo así se puede comprender
cómo un sujeto que fue detenido en el aeropuerto con un millón de pesos en
efectivo, cuya procedencia legal no pudo acreditar en ese momento, ahora sea
diputado local y aspirante a la presidencia municipal de la capital chiapaneca.
Al mismo tiempo que un ex síndico municipal, detenido en el 2007 por el desvío
de 42 millones de pesos, en días pasados fuera nombrado Secretario de
Transporte.
Claro que no todo está
perdido, algunas personas han comprendido dónde se deben librar las batallas que
lleven a un cambio honesto. Un ejemplo de esto es el profesor de la escuela
primaria multigrado Mariano Escobedo, en la comunidad tseltal “Monte de los
Olivos”.
Resulta que ese profesor,
además de atender a los distintos grados de la escuela, decidió convocar a los
niños de cinco años para empezar a darles formación de kínder. En una parte de
la escuela construyó un jardín donde sus alumnos aprenden a sembrar flores, les
da clases en tseltal y español, gestionó que les impartan clases de inglés,
niños y niñas entrenan fútbol, y organizó a los padres para construir una
alberca pequeña y rústica, donde sus hijos pueden aprender a nadar, aunque sea
al estilo perrito, pero con cierta seguridad.
Asimismo, solicitó que
llegaran a darles clases de música, consiguió instrumentos y conformó al grupo
musical “zapatitos rotos”, quienes cantan en tseltal e invitan a sus compañeros
a bailar y a reírse de la vida.
Además, preocupado por la
ecología, en días pasados junto con una A.C. sembraron 52 árboles en la zona, esto
como un intento por empezar a reforestar esa región yerma y promover un
beneficio para todos.
Son niños que saben qué es
lo correcto y que están siendo educados para pensar en el bien común. Se puede
aducir que estoy haciendo referencia a un solo profesor y que una golondrina no
hace a la primavera. Pero la verdad es este caso no es único, hay más maestros
preocupados por enseñarle a sus alumnos que un mejor futuro es posible, a veces
apostándole a la paz, en otras ocasiones al desarrollo económico, al
intelectual o al tecnológico.
La cosa está en no dejar
toda la responsabilidad en los maestros, pues si bien ellos enseñan distintas
materias académicas, nosotros, como padres, tíos, abuelos, vecinos o amigos,
con nuestras acciones y expresiones damos clases de vida, y esas también
cuentan.
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