Cotidianidades... 52

12/mayo/2014


Cotidianidades…

Por distintas razones, en casa decidimos no regalar cosas materiales este 10 de mayo pasado y cada quien se las ingenió para quedar bien con mi esposa. Su hijo mayor, por ejemplo, le regaló un portarretrato que él mismo armó. En mi caso la medio sorprendí con su desayuno preferido, pues la verdadera sorpresa nos la dio nuestro hijo de dos años, quien, apenas vio a su madre bajando las escaleras, tuvo la ocurrencia de sentarla cerca de un pequeño órgano que tenemos en el estudio, para después aporrear las teclas con poco sentido de la armonía, pero con una sonrisa y pasión que casi nos hace llorar.

Dado que está bastante pequeño, cupo la duda razonable si su accionar fue casual  o si en realidad había leído en el ambiente y en nuestras actitudes que ese día festejábamos a las mamás, ya que después anduvo muy cariñoso con las abuelas.

Tiene 92 años que se festeja el día de las madres en México. El que se conmemore a un ser tan emblemático y mistificado en nuestro país, así como los tantos años de la festividad, ha logrado que ésta se convierta en una celebración fundamental y llena de estrés para intentar demostrar cariño a quienes nos trajeron al mundo.

Claro que a pesar de las críticas y comentarios analíticos, se siguen dando situaciones que hacen sudar frío a las pobres mamás y no dudo que más de una sufra insomnio cuando se acerca la fecha. Así, hay algunas señoras que desde días antes deben gastar un dinero que no tienen y correr utilizando un tiempo del que no disponen, para comprar trajes regionales y disfraces que sus querubines utilizarán en bailes organizados en las escuelas, a los que podrán asistir sólo si les dan permiso en sus trabajos. Terminan exhaustas, estresadas, sin aliento y cargando el costurero porque hasta el último minuto puede ocurrir un accidente con el disfraz en cuestión. ¡No se imaginan lo contentas y divertidas que se la pasan!

Después, si a su vez tiene mamá, deberá correr a comprar un regalito, pasar al mercado por la comida que cocinará para festejarse atendiendo a varios machos de su familia que no ayudan ni a colocar los platos y preparar el ánimo por si los borrachos de siempre terminan peleándose al final del día, cuando empiezan las comparaciones para ver quién quiere más a su madre o quién actúa como si no la tuviera.

Los regalos siguen siendo todo un tema. Por supuesto que muchas tiendas y cadenas comerciales continúan con el mal chiste de ofrecer planchas, vajillas, licuadoras y sartenes para “hacer felices” a las mamacitas de sus clientes. Hace algunos años alguien decía que, bajo esa perspectiva, igual de encantador sería regalarles escobas, trapeadores y hasta mecapales, esta tira de cuero con dos cuerdas que se utiliza para cargar bultos en la espalda.

Claro que también hay políticos muy considerados y que echan mano de los recursos públicos para quedar bien con muchas mamás ajenas, de quienes sólo esperan una cariñosa retribución en forma de votos. Un ejemplo caricaturizado de este tipo de sujetos que se distinguen por su “esplendidez”, es el diputado chiapaneco Luis Gómez Gómez, quien reunió a varios centenares de mujeres de distintos municipios para regalarles cubetas de plástico (al día de hoy, 11 de mayo, las imágenes pueden ser vistas en su página de Facebook).

Considero que a muchos nos queda claro que, independientemente del costo y tamaño del regalo, los más felices son los comerciantes, ellos quedan fascinados con la vida y deseándonos más días de estos.

Es innegable que nuestras madres merecen muchos honores por incontables razones. Para empezar, si se analiza con cuidado, desde el embarazo ponen en riesgo su vida y durante nueve meses tienen un desgaste físico terrible para traernos al mundo. Además, cuando ya andamos por acá, suelen acompañarnos con el ánimo, derramando energía, quedándose sin dormir, recibiendo reclamos, echando porras o eligiendo opciones que pueden implicar el beneficio de sus hijos —y aún de los hijos de sus hijos— antes que el suyo. Mi bisabuela explicó sus motivos para esto último, cuando le preguntaron por qué todos los bocadillos que recibía los terminaba repartiendo entre sus nietos antes que comerlos ella: “Es que así me lleno yo”.

Ahora,  los regalos más caros y que en verdad disfrutarían nuestras madres, no son tan baratos como para que podamos pagarlos con dinero, y creo, desde mi humilde opinión, que van de la mano de acciones cotidianas, pequeñas pero que evidencien nuestro cariño y cercanía , y a través de una forma de vida que las haga sentir con el alma en su lugar, orgullosas y hasta felices desde ese orgullo,  por haber creado y criado a seres humanos capaces de convertir al mundo en un mejor lugar para vivir.

Algo similar aplica para los políticos, quienes en lugar de fotografiarse con gestos ufanos porque dan regalos baratos comprados con dinero del erario, podrían trabajar de manera honrada, sin mezquindades y pensando en el bien común, con lo que beneficiarían a muchas mamás, pero al parecer eso les sale tan caro que resulta impensable.

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