Cotidianidades... 57

16/junio/2014

Cotidianidades…

Las tías son mágicas. Tienen el don de regalar momentos maravillosos y mostrarnos el lado risueño de la vida, de encantarnos con historias de fábula y sorprendernos con regalos que, justo al aparecer entre sus manos, los comprendemos como lo más deseado y lo mejor del universo. Luego, echando mano de quién sabe qué artilugios, se esfuman, desaparecen durante días y hasta llegamos a creer que su presencia no era necesaria en nuestras vidas, cuando en realidad es gracias a ellas que desde niños comprendamos que la magia sí existe y tiene forma de tía.

Quizá todo comienza apenas nacemos. Después de nuestra madre quienes más nos cargan son las tías. Nos llevan en brazos como si fuéramos sus muñecas y muñecos de la infancia, y nos presentan con los novios o nos usan para encelar a sus propios hijos. En el primer caso quizá para ilusionarse y fantasear con el futuro; en el segundo, tal vez disfrutando un momento de nostalgia.

El punto es que nadie sale indemne cuando abraza a un bebé. O al menos he construido esa hipótesis. Tengo la seria impresión de que en cada abrazo, entre el bebé y la persona que carga, se van formando arácnidos hilos invisibles, aunque al principio frágiles, con el tiempo y la constancia se fortalecen y se hacen elásticos, al grado de soportar años y kilómetros de distanciamiento sin que por ello se rompan o sufran fisuras.

Es de esa manera como vamos unidos con algunas tías especiales, y las podemos descubrir porque sonríen hasta con los ojos cuando nos ven y porque nuestras piernas —de pura emoción— corren hacia ellas sin pedir permiso.

En algunos pueblos de Chiapas es común que se le llame “tía” a toda mujer que pueda tener, al menos, la misma edad que nuestra madre. Esa costumbre no es un asunto menor en estos lugares donde la solidaridad es un valor cotidiano, pues ante los avatares del tiempo, el destino y la naturaleza, esa tía que no es familia de sangre, muchas veces representa la ayuda, el refugio y el consuelo.

En cambio en la ciudad, el recibimiento del término no ha sido tan amable. Al menos en Tuxtla, el ser llamado “tío” o “tía” por un desconocido, implica que somos vistos como alguien de edad avanzada y, al igual que el doctor Chapatín, refunfuñamos si nos llaman viejos.

Sin embargo, al mismo tiempo, en la noche del dos de noviembre no aceptamos que los niños salgan a pedir calaverita y mucho menos “trick or treat”, sino que esperamos que lleguen a nuestras puertas con sus latas llenas de piedritas a gritar “¡calabacita, tía!”

Yo he tenido tías muy especiales, pero con quien más experiencias viví fue con mi tía Luvia. Una señora de caminar cansado y corazón generoso, capaz de engordarte con su comida siempre exquisita y de hacerte sentir que, si vino al mundo, fue para quererte.

Tuve la fortuna de vivir con ella mi primera infancia y, por supuesto, se convirtió en una segunda madre, a quien al pasar de los años seguí buscando no importando dónde estuviera, pues tenía una deuda de cariño que nunca terminé de pagar. Murió de sorpresa hace casi dos décadas y, a pesar de que puede parecer mucho tiempo, a veces la sigo buscando, y la encuentro en los olores guardados en la memoria, en sus muestras de cariño inolvidables, en las evocaciones en las charlas familiares y en los sabores de platillos que me hacen sentir su presencia.

Para mí es la tía Luvia, para usted quizá sea la tía Rosita, la tía Tere, la tía Güera, la tía Raquel, la tía América o quizá la tía mama, para Jaime Sabines fue la tía Chofi, y de ella dijo algo que quizá pensamos muchos: Vas a ser olvidada de todos/ como los lirios del campo,/ como las estrellas solitarias; /pero en las mañanas, en la respiración del buey,/ en el temblor de las plantas,/ en la mansedumbre de los arroyos,/ en la nostalgia de las ciudades,/ serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta.

 Mi tía habría cumplido años el sábado pasado y aunque las fechas dan para abordar temas como el mundial o del día del padre, consideré que ya hay demasiadas personas discutiendo sobre futbol, que somos muchos quienes tenemos una tía a quién recordar y que mi padre se sentirá honrado al saber que su hermana sigue estando presente en nuestra vida cotidiana, en tanto los hilos de cariño que nos unen se mantienen incólumes más allá de la vida y la muerte. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cotidianidades... 155

Cotidianidades... 217

Cotidianidades... 144