Cotidianidades... 31
19/noviembre/2013
El punto es que más allá del
jolgorio comercial y mercadológico en la vida de unas pocas personas —por muy
llenos que se hayan visto los comercios, son muchos más los que siguen por
debajo de la línea de pobreza y apenas pudieron comprar para comer—, en el
resto del país se están viviendo escenarios de ingobernabilidad.
Cotidianidades…
La revolución llegó para convertirse en un
Buen Fin, alargado a tres días porque dos no alcanzan para gastar toda la
morralla guardada durante este año de economía boyante. Esto último no lo
aseguro basándome en los datos estadísticos que aparecen en los diarios
—válgame Dios, ni cómo creerles—, sino basándome en el tráfico en las calles y
en la incapacidad de los estacionamientos de los centros comerciales para darle
cobijo a tanto auto lleno de compradores potenciales.
El festejo revolucionario se
cambió por un carnaval comercial donde abundaron promesas incumplidas,
etiquetas trucadas, ofertas de lujo y productos a un costo de ganga, sobre todo
porque para nada sirven. Al mismo tiempo y, en memoria a los caídos en tan
ilustre lucha, cientos de personas escenificaron distintas batallas a lo largo
del día: cruzándole el carrito de las compras al lento de adelante, luchando
por espacios ante los anaqueles, pidiendo justo el mismo artículo que es el
último en la tienda, mentando madres en las filas interminables antes de pagar
y, sobre todo, pitando a gusto a la hora de salir del estacionamiento, donde un
montón de inconscientes nos estorbaban, echando a perder nuestra felicidad por
haber comprado algo nuevo.
Claro que los tiempos han
cambiado, ahora en lugar de caballos llevamos camionetas que permitan cargar
con tooooodas nuestras compras, en lugar de balas en las carrilleras metimos
todas nuestras tarjetas de crédito en las billeteras, y la carabina 30-30 la
trocamos por 6-12-36 y hasta 48 meses sin intereses. No importa quedar
endeudados durante tanto tiempo si, total, una televisión de más de 48 pulgadas
nos da la sensación de que por fin, a nuestro hogar, lo ha beneficiado la
revolución.
Esto ocurrió en territorios
muy pequeños de nuestro país, especialmente circunscritos a la zona de centros
comerciales en las ciudades. Hay que recordar que para algunos teóricos, una
revolución ocurre cuando una serie de reglas o paradigmas dejan de funcionar,
de responder a la realidad. En esos casos suele seguir una especie de vacío, de
búsqueda de nuevas fórmulas que sí respondan a las problemáticas y expliquen
nuestras distintas realidades. Es entonces cuando ocurre una revolución, se
impone un nuevo esquema de respuestas-gobiernos-soluciones, y empezamos de
nuevo hasta que esto vuelva a dejar de funcionar.
Michoacán quizá sea el caso
más conocido. Allá distintos grupos sociales, ya sea por inseguridad o
aprovechando el momento, han formado guardias comunitarias o grupos de
autodefensa para enfrentarse a grupos delictivos, pues los policías y soldados
en el lugar parecen ser insuficientes e incapaces de hacer guardar el orden y
controlar la situación. El caso es que hay un montón de gente armada, más o menos
organizada, dispuesta a imponer su propio orden porque el imperante ya no
impera.
Chiapas, mi querido Chiapas,
también goza de su dosis de ingobernabilidad. Distintos grupos protestan en las
calles, toman carreteras, detienen automovilistas y buscan soluciones donde
quizá no deban buscarlas, todo porque donde antes las encontraban, ya no las
hay. Nadie sabe si podrá llegar al trabajo, al aeropuerto o a su ciudad/pueblo
de destino, cada amanecer trae su aire de incertidumbre, así como la certeza de
que quienes nos gobiernan parecen estar, más que desorientados, perdidos entre
sus megalomanías, ilusiones de poder y fantasías fotográficas armadas por ellos
mismos.
En el país el
distanciamiento es tan grande entre nuestros seudo representantes en el poder y
la población de a pie, que un 45% de la población considera que podemos avanzar
más sin partidos políticos y sólo el 21% se siente satisfecho con el desempeño
de nuestra democracia.
Muchos cambios están
ocurriendo en México, muchas insatisfacciones y molestias están creciendo,
distintos escenarios de violencia acontecen a diario, y las instituciones
actuales se muestran incapaces de responder a todos esos requerimientos, así
pues, más allá de fines de semana comerciales, una revolución se está gestando,
sólo que no la hemos sabido leer a cabalidad.
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