Cotidianidades... 21
10/septiembre/2013
Cotidianidades…
Debe ser muy triste la vida de quien no
tiene una sola ilusión. Es más, vamos pensando que es casi imposible que algo
así ocurra, pues hasta el híper deprimido puede tener la ilusión de la muerte.
Otra cosa cierta o al menos bastante constante
es que, conforme avanzamos por la línea de la vida, menos ilusiones tenemos o
no nos entusiasmamos tanto con ellas. Así, mientras que un niño se ilusiona
incluso con un montón de burbujas de jabón, a nosotros los adultos serios,
llenos de responsabilidades y experiencias, nos tienen que ofrecer algo más
concreto y a largo plazo, que no vaya a estallar cuando lo toquemos.
Muchos de los que
lean estas líneas, con seguridad ya pasaron aquella etapa adolescente en la que
se enamoraban hasta la perdición e incluso llegaron a creer haber encontrado a
la persona ideal, con quien vivirían en una felicidad absoluta e inquebrantable —por cierto, felicidad desconocida
e incomprendida por los amargados y
vetustos padres—.
A estos jóvenes
enamorados era fácil reconocerlos porque en medio de las clases, en lugar de
tomar apuntes, escribían varias veces en el cuaderno el nombre del novio, novia
o amor platónico. Ellas se dibujaban corazoncitos en la mano que luego
intentaban ocultar, y obligaban al hombrecito a llevar su nombre sobre la piel,
escrito con una Bic azul que, más tarde, debías de frotar hasta con estropajo
para que saliera.
Díganme si no en la
adolescencia era bastante vergonzoso para los hombres caminar por las calles
con una rosa en la mano, pero lo hacías arrastrado por la ilusión de enamorar,
convencer o halagar a la dueña de tu romántico corazón.
Haces todas las cosas
cursis que de niño juraste nunca hacer, algunas tan bochornosamente tiernas,
que si vuelves la vista al pasado sonríes con un dejo de vergüenza. O de picardía.
Claro que con algo de
suerte y tiempo, lo más probable es que al pasar de los años encuentres al
verdadero amor junto a quien piensas caminar la vida y, al mismo tiempo, te
topas con la horma de tu zapato. Descubres que eso de tener “comunicación” es
más fácil de recomendar que de llevar a cabo; que si bien no te casaste con la
familia de tu pareja, ellos tienen un peso específico en la relación; que
todavía eres berrinchudo o berrinchuda, y que a veces, por sobre toda lógica,
prefieres ganar la plática aunque no tengas la razón.
Por si eso no fuera
poco, además tienes que pagar las cuentas, descifrar los cambios a las leyes
hacendarias, comprender lo extenuante y difícil que es “aguantar vara” y vivir
crisis matrimoniales.
Digamos que aprendes
que ese ser que amas, esa princesa o príncipe encantado, tiene a su vez algo de
bruja o de sapo panzón.
Por supuesto que esas
son situaciones bastante privadas, las cuales tienen una influencia menor sobre
el resto de la sociedad. Lo malo es que existen personas que se ilusionan, por
ejemplo, con tener poder, y entonces buscan alcanzar sus objetivos de gobernar
estados o países completos, sin comprender
o siquiera atisbar todo lo que su ilusión conlleva y, llenos de
ilusiones, nos pasan a fregar a muchos.
No se les quita que
tienen el tesón, la inteligencia y la capacidad para hacer realidad sus
ilusiones, e inclusive llenan de ilusiones a un montón de incautos para que
voten por ellos. El problema es que estando ahí, ya no saben qué hacer con lo
que lograron.
El que nombren a sus
amigos ignorantes e incondicionales para dirigir instituciones o actividades de
las que nada saben, que utilicen palabras y frases vacías, que entre sus filas
lleven a personajes conocidos por corruptos o que promuevan el capitalismo del
compadrazgo, donde sólo los cuates verán crecer sus negocios, llegan a parecer
asuntos menores si los comparamos con el tremendo sub ejercicio del gasto que hunde en la
recesión económica a un país entero y deja paralizado a los estados, a la
incapacidad para establecer políticas públicas que promuevan el desarrollo
empresarial, la generación de empleo y —ya que estamos con los buenos deseos—
la ilusión de que se le apueste a la cultura, la educación y el deporte como herramientas
para el verdadero desarrollo. En lugar de ello alargaron por varios meses la
fiesta del triunfo electoral y, a menos de un año de haber asumido el cargo, ya
están pagando la cruda política y social.
Es evidente que las
nutridas y numerosas marchas, los bloqueos y toma de espacios públicos, las
protestas en las redes sociales y en las paredes, son acciones ejecutadas por
inconformes. Otro gran segmento de población se queja de éstos inconformes,
pero también se está quejando de lo mal que anda su economía familiar, de la
falta de circulante, de la calidad ética y moral de sus representantes y de que
lo único que perece crecer es la corrupción y el desempleo, porque hasta sus
ilusiones de construir un mejor futuro van a la baja.
En fin, se están
quejando de que aquellos que con sonrisas carismáticas y compra de votos
ganaron las elecciones, no sean más que un mal remedo de un verdadero
gobernante que parece reventarán más
rápido que cualquier pompa de jabón.
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