Cotidianidades... 22

17/septiembre/2013


Cotidianidades…

Algo bastante típico, previo a las fiestas independentistas en México, es que le preguntes a tus amistades y familiares cómo van a festejar la noche del 15 de septiembre.

Aunque la hagamos con un tono de indiferencia y pongamos gesto de “ni me importa qué vayas a hacer”, ésta puede ser una pregunta compleja, capaz de encerrar una trampa. Así, cuando el destinatario de la pregunta responde, “estoy organizando una cena en mi casa”, el preguntón puede intentar sumarse a la lista de invitados. Y ya caíste en su trampa.

Por el otro lado, si la respuesta es “nada”, el otro puede aprovechar para presumirte que él o ella sí fueron invitados a una fiesta de caché, tan exclusiva que ni pensar en llevarte. Lo que, mal mirado, implica que eres el objeto de un doble desprecio. Como dicen los jóvenes, quedas como un auténtico “loser”.

Claro, las personas menos mal pensadas y más amables con la vida, suelen aprovechar esa pregunta para organizar una fiesta conjunta y pasarlo de lo lindo.

Por supuesto que los hay más suertudos y con las posibilidades de aprovechar estas fiestas para irse de viaje. Además las agencias de viajes suelen ofrecer verdaderas gangas para que vayas a gozar de las playas. Y tan buenas son las ofertas, que muchos las compramos sin ponernos a considerar que septiembre suele ser el mes más lluvioso del año y, por lo tanto, es altamente probable que sólo podamos disfrutar de la arena y el mar desde las ventanas de nuestra habitación.

Ya entrados en este tema, los hay quienes aprovechan para ir a los zócalos de sus ciudades o pueblos y, en franca convivencia popular, escuchar el grito que con voz estentórea y varonil emiten nuestros queridos representantes en el gobierno.

En fin, que en general y hasta donde la memoria me alcanza, éste suele ser un mes esperado porque lleva intrínseco significados como diversión, festejo, descanso, viaje y encuentros con familiares y amigos.

Sin embargo este año algo cambió. No sé si a últimas fechas me he rodeado de seres pesimistas o de plano estoy cayendo en las garras del daltonismo y comienzo a ver las cosas demasiado grises, el punto es que este septiembre, más allá de las fronteras ideológicas, creo ver un pesimismo bastante generalizado y varios califican su situación personal con los adjetivos “desgano” y “desaliento”.

Reflexionando sobre este hecho, en un primer momento pensé imputar esta angustiante ambiente desmoralizado a los maestros, total, si los culpan de tantas cosas una más ni se notaría. Lo malo es que la propuesta no encaja si se considera que sus acciones generan adhesión o franco rechazo, pero no melancolía o tristeza profunda.

Después pensé en lo mal que han salido las cosas deportivamente. Eso sí puede llevar a la decepción, me dije. Por un lado la selección nacional está cerca de no ir al mundial, claro que esto con seguridad será olvidado pronto por el público en general, no así por los dueños de las grandes televisoras, quienes perderán millones de dólares en ganancias si México no juega en Brasil, pero por más que busqué, ni siquiera considerando a mis contactos de Facebook tengo algún Azcárraga o Salinas Pliego como amigo, así que no fueron ellos quienes me hablaron de su tristeza. Por otro lado el Canelo fue públicamente vapuleado por Mayweather, aunque tan chusco y caricaturesco resultó ser, que ya andan circulando varias bromas al respecto y sólo por pudor no mencionaré ninguna de ellas, además de que estaría invadiendo los terrenos de mi cuate Catón.

En contra sentido, la selección mexica de básquetbol ganó un premundial y hay noticias de que cada vez más personas salen a correr para mejorar su salud, así que más allá de los resultados que nos brindan los figurines televisivos, la prole andamos bien con el deporte.

Hablando de la prole, me puse a pensar si no el pesimismo viene de la inacción e incertidumbre con que se mueven cientos de empleados gubernamentales —entre ellos miles de maestros—, en muchos casos no por falta de voluntad, sino por la inexistencia de recursos y líneas de trabajo claras. Por supuesto que, al final de cuentas, ellos tienen sus sueldos seguros, y aunque su certidumbre y —en muchísimos casos— su compromiso con el trabajo se esté tambaleando, no tienen los problemas de un montón de empresarios, que gracias a la crisis que estamos viviendo, tiene rato que van al día y ya se están viendo obligados a despedir personal; personal que tendrá serias dificultades para encontrar cómo sobrevivir en el mercado formal, y aún en el informal deberá ganarse un espacio hasta con los dientes, pues la falta de circulante nos está afectando a todos.

A lo anterior se podría sumar la certeza de lo injusto que es nuestro sistema de justicia; de lo robados y mal representados que no sentimos por varias ratas trapecistas, que andan saltando de puesto en puesto político; de los gasolinazos y alzas a la canasta básica; de una nueva ley sobre impuestos que no terminamos de comprender pero que nos da la sensación que atacará directo a nuestros clase-medieros bolsillos; y de la incapacidad que tenemos muchos mexicanos para hacer planes futuros, en tanto nos la pasamos luchando por sobrevivir al presente.

Hice a un lado estas ideas perversas cuando por la televisión nos mostraron imágenes de un zócalo capitalino invadido por patriotas dispuestos a festejar. Me llamó la atención que antes que gritarle vivas a Hidalgo o a Morelos, vitorearan el apellido Peña, pero decidí dejar de fijarme en pequeñeces, porque concluí que después de todo quizá el único pesimista sea yo, que no me doy cuenta que la vida se parece más a lo que me muestran en la televisión que a lo que veo en mi cotidianidad.

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