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Mostrando entradas de 2016

Cotidianidades... 161

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Fue a principios de este siglo cuando, estando de paso por una comunidad indígena, me tocó presenciar una lucha interna por el agua. Una señora argumentaba que la otra parte del pueblo no podía tener acceso al líquido, porque no había ayudado a pagar el mantenimiento de la bomba, y además porque “el agua la dio Dios, entonces es costumbre que es para todos, por eso ellos no pueden agarrar porque… porque… porque no son parte de todos”. No me equivoqué al tratar de transcribir sus palabras, fue ella quien se enredó al intentar echar mano de una costumbre que habla de la generosidad para luego pretender justificar su egoísmo. Un joven, quien supuse que era su hijo, entró al quite y expresó que: —La costumbre dice que hay que compartir, es cierto. Pero si es necesario, la costumbre se cambia. Pocas semanas después pude asistir a un foro donde se abordaba, precisamente, algunas creencias y costumbres que lentamente han ido cayendo en el olvido en distintos pueblos indígenas. Casi

Cotidianidades... 156

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Por razones profesionales debí ver a un amigo en una cafetería cerca de mi casa, con la promesa que no tardaríamos más de quince minutos en el encuentro. Llevé conmigo al querubín, que soñaba con caminar por las calles mostrándole al mundo que él es el verdadero y auténtico Capitán América, y como prueba irrefutable iba enfundado en su disfraz, llevaba una máscara original (hecha con fieltro y entusiasmo) y su escudo de adamantio de plástico de verdad. Mi amigo me esperaba con una trampa emocional. Ahí estaba su padre, un señor que en nuestra adolescencia nos acompañó con consejos, bromas y risotadas, y a quien tenía varios lustros de no ver. Claro que los quince minutos se convirtieron en más de una hora de charla entretenida (para los adultos, no para el niño). Mientras manejaba de regreso, y para descargar cierto remordimiento, le pedí disculpas a mi hijo por haber tardado tanto en el café, sobre todo en virtud de que yo le había prometido que se trataría de una reunión cort

Cotidianidades... 155

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06/09/2016 Cotidianidades… Iba en la preparatoria cuando escuché por primera vez sobre el “animismo” —doctrina filosófica según la cual los objetos ocultan un espíritu oculto que los gobierna—, a lo cual, por supuesto, conforme al ánimo alegre y socarrón que un joven debe tener, respondimos con bromas y chistes sobre los sonrojos y malos momentos que muchos de nuestros objetos personales deben pasar. Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo, he llegado a la conclusión que en una de esas, los “animistas” no andaban tan equivocados, porque sólo así se puede explicar que de pronto y como si se hubieran puesto de acuerdo, distintas máquinas, herramientas y artefactos de cualquier hogar decente, se descompongan casi al mismo tiempo. En mi caso —y sólo por apelar a mi última experiencia—, la situación comenzó a gestarse en la mañana del primer viernes del mes, cuando la computadora, en lugar de encender, comenzó a lanzar destellos que yo creí era mensaje de una civilización extra

Cotidianidades... 154

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Cotidianidades… Es común que los viernes vayamos a cenar en casa de mis padres. Amén de que nos ahorramos lo de la cena, solemos saborear platillos deliciosos, pues mis padres compiten por ver quién de ellos cocina más rico y así todos salimos ganando (sobre todo peso, pero bueno, ese asunto se tratará en otra columna). Sin embargo, lo más delicioso de esos encuentros suelen ser las charlas de sobremesa, en las que pasamos del chiste al tema filosófico, para luego saltar a la política, quejarnos del presidente que resultó tan malo hasta para echar mentiras o recordar el pasado y realizar pronósticos sobre el futuro. En una de estos encuentros pusimos sobre la mesa el tema educativo, y terminamos por preguntarnos qué herramientas debíamos darle a nuestros hijos para que caminen al futuro con una preparación adecuada para generarse una vida cómoda y además ayudar a construir un mundo más bonito. Por supuesto que el amor por la lectura y el manejo de las operaciones matemáticas bá

Cotidianidades... 153

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Cotidianidades… Conocí al Bigoché cuando él era cocinero de un grupo de trabajadores de una comunidad indígena, dicharachero y franco, solía acaparar la atención con sus chistes ingeniosos y una charla amena, llena de sorpresas, al mismo tiempo que imponía respeto con sus más de uno ochenta metros de estatura y su fortaleza física que ponía a prueba delante de todos con sus tareas cotidianas. Una tarde nos quedamos platicando sobre el pasado, ahí nos confesó una época con cierto esplendor, en el que junto con dinero le llegaron invitaciones a fiestas, al alcohol y a las drogas. Sin embargo, y a pesar de lo poderoso que suele ser el abrazo de los vicios, él logró alejarse de ellos y de la mano de su fe en sí mismo, en ese entonces ya tenía varios lustros de no probar ni una copa de licor. —Pero todo tiene un costo —nos dijo esa ocasión—, y a pesar de mi arrepentimiento y de que me pedí perdón a mí mismo y a mi familia, ya no quedé igual. Las disculpas pueden calmar las concienci

Cotidianidades... 152

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Cotidianidades… No es fácil hablar del Presidente, porque aun cuando se pretenda ser serio, nomás de describir algunas de sus acciones pareciera que la intención de uno fuera burlarse o hacer ironías sobre ese señor. Y no, nada qué ver, pero convengamos que él se pone de a pechito para poner en evidencia de qué está hecho. Tantas ganas le echa, que si bien en su papel de Presidente habrá de pasar a la historia, lo triste (para mí lo sería) es bajo qué estigma lo hará: como payaso ignorante (y miren que Fox le echó ganas en ese sentido), por su afán de arruinar al país (sólo esperemos que en este caso el alumno no supere al maestro Salinas), por glorificar la corrupción o gracias a su incapacidad para gobernar. Pero mientras éste señor y su grupo de secuaces (me refiero a Duarte, Moreira, Sabines y un largo etcétera) siguen haciendo de las suyas, me ha tocado observar a grupos de jóvenes que sin prejuicios ante el presente ni temores por el futuro, salen de sus casas a intentar hac

Cotidianidades... 151

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Cotidianidades… Debí ir al supermercado apenas este lunes y después de elegir unos pocos productos me dirigí a la zona de cajas. Ahí vi a unas tres o cuatro personas alrededor de un niño tirado, que además de gritar y llorar, se golpeaba la cabeza contra el suelo. La mamá no sabía si levantar al escuincle, pedir disculpas por el ruido que provocaba o ceder a los deseos de su querubín, con tal de que éste dejara de azotar su cerebrito y no fuera a terminar con cara de Secretario de Educación. Yo imaginé cómo habría corregido a ese niño de ser mi hijo. Con seguridad habría seleccionado un método poco socrático, es decir, lo levantaría del bracito para darle dos sonoras nalgadas, bajo la conciencia de que las células en las pompas se regeneran, mientras que el daño a las neuronas puede resultar irreversible. Intenté pasar de largo con gesto de señora fresa que pretende no reconocer a las amigas pobres de la primaria, pero justo en ese momento ocurrieron dos situaciones casi simultá

Cotidianidades... 150

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Cotidianidades… El domingo pasado decidí visitar a mis papás para rematar juntos los festejos del día del padre. Compartimos un rico café con pan y, en el afán de olvidarnos del mundo, dejamos a un lado los celulares para concentrarnos en la charla, que terminó derivando hacia el pasado.      Mi madre desenterró varios recuerdos de cuando yo era un bebé, entre ellos el gusto especial por un mameluco amarillo que me regaló una amistad y que a ella le agradó tanto, que una vez usado decidió colocarlo aparte, para luego lavarlo a mano en la batea del patio.      Apenas pudo contener la risa al recordar la desesperación que sintió cuando, al dejarle caer el primer jicarazo de agua, junto con el líquido comenzó a deslizarse el color para luego irse por el caño.      —Quería yo agarrar el tinte entre mis manos —dijo todavía riéndose—, pero obviamente no había forma de detenerlo. El regalo maravilloso resultó estar armado con tela corriente.      La charla se vio abruptamente interrumpida, po

Cotidianidades... 149

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Cotidianidades… Hace algunas semanas, apenas encendí la computadora, recibí un correo confirmándome que no sería posible llevar a cabo cierto proyecto editorial en el que había trabajado varios meses. La razón era fácil de entender: el alza del dólar (esa devaluación que “nos afecta pero poquito”) tuvo consecuencias directas en los costos de los procesos de edición y transporte de material (por cuestiones de ahorro, muchas editoriales imprimen en el exterior, y según dicen les sale más barato aún con el traslado), y si no alcanzaban los recursos para terminar el proyecto, no se podía pensar en iniciarlo. Podría decir que fue un gancho al hígado del alma, porque amén de las horas invertidas y las noches de desvelo, también le pusimos muchísimas ilusiones (y habló en plural porque si bien yo desarrollé el proyecto, siempre son una apuesta familiar), y esos activos intangibles ni quién te los devuelva. Apenas estaba tomando aire y meditando cómo darle la noticia a la dueña de mis qu

Cotidianidades... 148

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Cotidianidades… Hace más de una década y por razones académicas, le pedí a autoridades de una comunidad indígena tsotsil de los Altos de Chiapas, que me permitieran colaborar con ellos a cambio de datos y de la posibilidad de asistir a reuniones que me ayudarían para mi trabajo de investigación. Aunque me aceptaron, al principio hubo una natural resistencia y por supuesto desconfianza por mi presencia entre ellos, sin embargo poco a poco fui aceptado y entre otras funciones, tuve la de traducir de español a español. La razón era muy sencilla, si bien ellos en su lengua materna daban —y dan— largos discursos con argumentos sólidos, con el español tenían ciertas y obvias dificultades, situación que era aprovechada por funcionarios para tratar de envolverlos en peroratas a veces sin sentido, en otras con mucho acartonamiento, pero en la mayoría de los casos con la clara intención de confundirlos. Así, si alguna autoridad educativa les salía con que: “para establecer un plantel de

Cotidianidades... 147

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Cotidianidades... Iba en la secundaria cuando un paro docente nos mandó a muchos alumnos a casa, al menos acá en Chiapas, aunque si no mal recuerdo fue una huelga nacional. Sin embargo, en las tardes seguí trasladándome al centro de la ciudad, donde tomaba clases de inglés impartidas en un edificio de la UNACH. Una de esas tardes, al salir de clases, debí atravesar el parque central de Tuxtla, para después buscar un transporte colectivo que me acercara a mi casa. En el camino vi un tumulto, escuché gritos, silbidos y risas, e imprudente me acerqué a ver de qué se trataba. Rodeado por cientos de maestros había dos hombres con zapatos de vestir, shorts de basquetbol, playeras blancas de algodón, rapados y con pintura encima. Uno de los rapados se quejaba molesto de que les hicieran eso. Le pregunté a alguien cerca de mí qué había pasado, y me respondieron que se trataba de maestros “charros” que llegaron a provocar a los maestros huelguistas, y en respuesta les dieron ese castigo