Cotidianidades... 148
Cotidianidades…
Hace más de una década y por razones
académicas, le pedí a autoridades de una comunidad indígena tsotsil de los
Altos de Chiapas, que me permitieran colaborar con ellos a cambio de datos y de
la posibilidad de asistir a reuniones que me ayudarían para mi trabajo de
investigación.
Aunque me aceptaron, al
principio hubo una natural resistencia y por supuesto desconfianza por mi
presencia entre ellos, sin embargo poco a poco fui aceptado y entre otras
funciones, tuve la de traducir de español a español.
La razón era muy sencilla,
si bien ellos en su lengua materna daban —y dan— largos discursos con
argumentos sólidos, con el español tenían ciertas y obvias dificultades,
situación que era aprovechada por funcionarios para tratar de envolverlos en
peroratas a veces sin sentido, en otras con mucho acartonamiento, pero en la
mayoría de los casos con la clara intención de confundirlos.
Así, si alguna autoridad
educativa les salía con que: “para establecer un plantel de nuestra institución
en la zona por ustedes demarcada, amén de los estudios de factibilidad
correspondientes según nuestros estatutos, y en adición a los análisis
pertinentes, habría que reunir una matrícula estudiantil que marcan nuestros reglamentos”.
Ahí las autoridades
indígenas volteaban hacia mí y yo traducía: “dice acá el Director General, que
si quieren poner una prepa en el terreno que eligió la asamblea, ellos deben
checar si cumple con su reglamento, y nosotros debemos ver que haya el número
de estudiantes que ellos pidan”.
Por lo general esas
autoridades estatales terminaban viéndome feo, pero más feo lo miraban los
representantes de la presidencia municipal, y yo sentía que quedábamos a mano.
Algo distinto ocurría cuando
tenían que negociar algún asunto con personas de a pie, también mestizas, pero
sin ganas de engatusarlos. Recuerdo en especial una ocasión en que hablaban con
quién organizaría la música durante una fiesta popular. Cada uno de los dos
partidos políticos principales pondría un grupo musical para alegrar a la
población y, en el afán de evitar problemas, escuché cómo solicitaban que se
tocara “música alternativa”.
Debo ser honesto, esa noche
acudí a la fiesta a echar baile pero también a escuchar esa música alternativa,
sólo para descubrir que los dos grupos eran de banda y/o tropical (disculpen
mis ignorancia en el rubro), pero tocaban más o menos lo mismo, sólo que en
lugar de tocar al mismo tiempo, lo hacían “alternándose”.
Esto viene a colación por
las elecciones para gobernador que ocurrieron en al menos doce estados de la
república mexicana el domingo pasado. Fue una jornada interesante, en la que se
habla de que —en caso de no revertirse los resultados— en al menos ocho de esos
doce estados, habrá “alternancia” política.
Muchos incrédulos ya
comenzamos a dudar de que realmente se esté aplicando a cabalidad esa palabrita,
porque si no en todos, en la mayoría de estos estados quienes llegan a generar
esa “alternancia”, tienen su origen en los partidos en el poder —y en el camino
se cambiaron el color de las playeras por así convenirles a sus intereses
personales— o son hijos de antiguos caciques, y entonces ahora esos estados
serán gobernados por personas distintas, que en apariencia —porque no en
ideología— vienen de un partido diferente al que ahora ejerce el poder,
pero con seguridad con mañas muy
similares.
De hecho todos los
candidatos de los partidos que se disputaban el triunfo en cada estado, usaron
las mismas estrategias de intimidación, compra de votos, acarreos, carruseles,
etcétera, para intentar ganar, nada más que algunos llegaron con más dinero en
la billetera, y a otros no hubo lana que les alcanzara para apagar los enojos.
El triste resultado final,
es que para donde se voltee a ver, pareciera que no queda de otra sino ser
gobernados por los ambiciosos de siempre, educados en esa escuela política de
“todo para mí y mis cuates y muy bruto el que no agarre”, de tal forma que aun
y cuando suene tan bonita la palabra “alternancia”, corremos un serio riesgo de
que toquen la misma música y al mismo ritmo de quienes se van.
Hasta la
próxima.
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