Cotidianidades... 152

Cotidianidades…
No es fácil hablar del Presidente, porque aun cuando se pretenda ser serio, nomás de describir algunas de sus acciones pareciera que la intención de uno fuera burlarse o hacer ironías sobre ese señor. Y no, nada qué ver, pero convengamos que él se pone de a pechito para poner en evidencia de qué está hecho.
Tantas ganas le echa, que si bien en su papel de Presidente habrá de pasar a la historia, lo triste (para mí lo sería) es bajo qué estigma lo hará: como payaso ignorante (y miren que Fox le echó ganas en ese sentido), por su afán de arruinar al país (sólo esperemos que en este caso el alumno no supere al maestro Salinas), por glorificar la corrupción o gracias a su incapacidad para gobernar.
Pero mientras éste señor y su grupo de secuaces (me refiero a Duarte, Moreira, Sabines y un largo etcétera) siguen haciendo de las suyas, me ha tocado observar a grupos de jóvenes que sin prejuicios ante el presente ni temores por el futuro, salen de sus casas a intentar hacer de éste un mundo más bonito.
Los primeros que me vienen a la mente son un grupo de estudiantes de secundaria, quienes en bicicleta y halando un carrito, se dieron a la tarea de recorrer un centro deportivo, invitando a las personas a depositar su basura en ese carrito, cumpliendo con esa labor una función de limpieza y educativa, al tiempo que invitaban a la reflexión.
Pocos días después me encontré con un grupo de chicas en San Cristóbal de Las Casas, estaban boteando en el parque central de la ciudad con el objetivo reunir los recursos suficientes para viajar al centro del país, donde representarían a su estado en un torneo nacional.
Su confianza y ansias de viajar estaban sustentadas en que ya habían ganado el torneo estatal y el regional. Con toda seguridad estas chicas gastarán menos de lo que algunos de nuestros políticos estatales emplean en promocionarse —e incluso menos de lo que despilfarran en sesiones fotográficas pagadas con recursos públicos—, pero ellas no tenían tiempo para las quejas, porque preferían emplear los minutos en desarrollar estrategias para alcanzar sus objetivos, que de pronto también se convirtieron en nuestros (lo digo por quienes de alguna manera las apoyamos).
Por cierto, no sólo realizaron el viaje, sino que ganaron su primer partido y mientras escribo estas líneas, ellas siguen soñando con ser campeonas.
Ese día yo no estaba en San Cristóbal de Las Casas por casualidad, sino acompañando a la dueña de mis quincenas, quien llegó a dar clases a un grupo de jóvenes universitarios (más de cien) que vinieron del centro del país para cursar materias que, amén de lo teórico, debían de tener una aplicación práctica en la vida cotidiana de distintos grupos objetivos.
Estos chicos —rompiendo los estigmas que se generan sobre algunas instituciones privadas— llegaron dispuestos a poner todo de sí para conocer el proceso productivo de distintas organizaciones —principalmente indígenas y campesinas—, identificar áreas de oportunidad y acompañar tanto como les fuera posible en el diseño, desarrollo y aplicación de estrategias que implicaran mejoras para estas organizaciones.
La mayoría logró los objetivos que se tenían contemplados para el tiempo que duraría su estancia en Chiapas, ya serán otros jóvenes y esos grupos sociales quienes le den continuidad a lo comenzado.
Al momento de despedirse varios de estos estudiantes expresaron los cambios internos que vivieron en tan pocas semanas. La mayoría llegaron dispuestos a compartir su conocimiento, sólo para descubrir que se llevarían muchísimo más de lo que tal vez dejaron, porque no sólo se empaparon de técnicas y estrategias construidas de manera transgeneracional y desde la perspectiva de culturas distintas a la suya, sino que comprendieron otras formas de ver y explicar el mundo, y fidedignamente (mientras recordaban su día a día en la capital del país) pusieron en tela de juicio conceptos como riqueza, calidad de vida y desarrollo.
A la hora de la despedida, una tejedora indígena les dijo: “Nadie se equivoca, por eso yo nací aquí; y nadie se equivoca, por eso ustedes están aquí… Ustedes dicen que se llevan un pedazo de aquí, pero ustedes también dejan un pedazo de ustedes, y ahora nuestros hijos, después de conocerlos, dicen que quieren ser como ustedes, y por eso van a estudiar, para trabajar para el bien de la gente”.
Son chicos y chicas que quizá no verán sus nombres escritos en los libros que hablen de estos tiempos, pero definitivamente pasarán a la historia, porque con su quehacer diario están construyendo un mejor presente y con sus acciones ya están educando a los que vienen detrás de ellos.
Hasta la próxima.
 
 
 

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