Cotidianidades... 150

Cotidianidades…
El domingo pasado decidí visitar a mis papás para rematar juntos los festejos del día del padre. Compartimos un rico café con pan y, en el afán de olvidarnos del mundo, dejamos a un lado los celulares para concentrarnos en la charla, que terminó derivando hacia el pasado.
     Mi madre desenterró varios recuerdos de cuando yo era un bebé, entre ellos el gusto especial por un mameluco amarillo que me regaló una amistad y que a ella le agradó tanto, que una vez usado decidió colocarlo aparte, para luego lavarlo a mano en la batea del patio.
     Apenas pudo contener la risa al recordar la desesperación que sintió cuando, al dejarle caer el primer jicarazo de agua, junto con el líquido comenzó a deslizarse el color para luego irse por el caño.
     —Quería yo agarrar el tinte entre mis manos —dijo todavía riéndose—, pero obviamente no había forma de detenerlo. El regalo maravilloso resultó estar armado con tela corriente.
     La charla se vio abruptamente interrumpida, porque un primo nos llegó con la noticia —vieja en ese momento—, de que habían goleado a México.
     Siendo honestos, tiene rato que no me siento atraído por el futbol, quizá porque llegué a la conclusión personal de que en realidad se trata un negocio en el cual, ganen o pierdan los partidos, aquellos que de alguna manera pertenecen al equipo siempre saldrán ganando. Mientras que a los espectadores nos queda el papel de disfrutar, enojarnos o incluso sufrir con ese teatro armado —y quizá decidido— por otros, y cuyos resultados lleva a algunos fanáticos a declararse triunfadores, aun cuando hace mucho no corran ni al baño.
     Sin embargo, no me quedó de otra que darle la razón a mi primo, México sufrió una gran goliza, pero no en noventa minutos de un partido futbolístico, sino durante este sexenio y de manera especial, durante los últimos días.
      El primer gol que me viene a la mente, es cómo fue modificada la Ley 3 de 3, propuesta por la ciudadanía y a partir de la cual se esperaba que obligaría a los servidores públicos, legisladores, jueces y dirigentes sindicales a hacer públicas sus declaraciones fiscales, patrimoniales y de conflicto de intereses.
     Pero dónde iban a escupir para arriba nuestros políticos. Antes muertos que perder el estilo o brindar cuentas claras, y como si se tratara de buscar revancha, aplicaron la técnica de “soy espejo y me reflejo”, y ahora (en lo que sería un segundo gol), toda persona física o moral —es decir, los ciudadanos que no tenemos puestos políticos— que reciba o ejerza recursos públicos, así sea de manera indirecta, deberá realizar las declaraciones antes referidas.
     En un tercer gol, salieron varios senadores —como Roberto Albores Gleason y Luis Armando Melgar—, a decir que ellos nunca atentarían contra los intereses del pueblo y que sí aprobaron esa ley… a la que antes rasuraron, no fuera afectarle a sus intereses personales.
     Otro gol en contra, obvio por cierto, es el que hemos recibido los ciudadanos cuando ex funcionarios, especialmente algunos gobernadores, salen de sus puestos enriquecidos, dejando a nuestros estados endeudados, y en lugar de ser perseguidos por la justicia, son protegidos por un manto de impunidad y hasta premiados por la mano divina del Presidente, que con tal de evitarles problemas, les da puestos diplomáticos que los inmuniza a la aplicación de la ley.
     Y si esto indigna en el ámbito personal y además nos deja la sensación de que poco podemos hacer los ciudadanos para que la justicia cumpla su cometido, el sentimiento de impotencia crece más aún, cuando una gobernadora en funciones, Claudia Pavlovich, exige públicamente a la PGR que ya detenga a ex funcionarios de Sonora —entre ellos el ex gobernador—, de quienes les han entregado expedientes armados en los que comprueba actos de corrupción. Y la PGR finge demencia y voltea a ver hacia otro lado.
        Claro, tampoco se trata de ver tan al sur, no vaya a ser que tenga que entrar a Nochixtlán, donde ya murieron ocho personas en un enfrentamiento contra las fuerzas federales. Es este un conflicto que más allá de decisiones de último momento, se origina a partir de la incapacidad de un Secretario de Educación, quien entró al puesto como perro de pelea para imponer una reforma educativa de la peor manera posible, quizá porque desconoce la historia de estas tierras sureñas, o tal vez porque como su jefe, entra a las batallas esgrimiendo la arrogancia —antes que la razón— y la obediencia absoluta —aun cuando la orden vaya en contra de aquellos que juraron servir.
     Hubo más goles, el dólar arriba de los 19 pesos, miles de niños sin ir a la escuela, nuevos descensos en el precio del petróleo, la economía estancada en muchas regiones del país y bloqueos carreteros que impiden a miles de ciudadanos el realizar sus actividades cotidianas con toda normalidad.
     Detrás de esto están muchas decisiones del Presidente de la República, quien fiel a su estilo sigue manejando al país desde su cultura de la corrupción y en contra de las otras formas de cultura que tan bien desconoce, y sin importarle que México se deshaga y sus colores, como si estuviera hecho de tela corriente, vayan a parar al caño.
    Hasta la próxima


 
Foto: El País.
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cotidianidades... 155

Cotidianidades... 217

Cotidianidades... 144