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Mostrando entradas de 2018

Cotidianidades... 217

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Como si el tiempo de por si no avanzara bastante rápido, al final del año te da la sensación de que los días se aceleran, y ni bien has terminado de levantar el altar del día de muertos cuando comienzan a asomarse los festejos por la Revolución Mexicana (¿O el puente vacacional es por el Buen Fin?... a veces me confundo), y atrasito, como si tuvieran deseos de saltar de las cajas, van apareciendo los adornos navideños.      Ojalá todo fuera fiesta. En medio, nuestras cotidianidades avanzan atravesadas por cierres de proyectos en el trabajo, viajes laborales, las tareas de los hijos, los disfraces para los festivales, la emergencia de asuntos imprevistos y, entre muchas situaciones más, las dudas de lo que ocurrirá con tu vida económica y laboral en el lejano –y al mismo tiempo tan próximo- enero.      La vorágine de actividades se vuelve avasalladora y hasta da la apariencia de interminable, y no es raro escuchar a quienes ruegan porque que ya lleguen las vacaciones, que es un modo

Cotidianidades... 216

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Cotidianidades… Después de varios días complicados y una de noche de resfrío, el fin de semana se antojaba sereno y disfrutable. Entonces cometí la imprudencia de retar a mi suerte y expresé en voz alta: —¡Hoy me dedicaré a descansar! Lo que se han de haber reído de mí los hados del destino. Casi de inmediato recibí una llamada de una editora, pidiéndome que tuviera listo para el lunes siguiente un texto que debía irse a imprenta “ya”. No me recobraba de la impresión, cuando entró un mensaje al teléfono celular, urgiéndome a investigar, para antes del mediodía, algunos datos sobre los menores de edad que vinieran en la caravana de inmigrantes centroamericanos. Ni siquiera tuve tiempo para contestarlo, porque recibí el correo de un compañero de trabajo avisándome que, por cuestiones de logística, el lunes iba a requerir dos guiones para el noticiero, así que me sugería empezar a trabajarlos a la brevedad. De inmediato prendí la compu, en lo que terminaba de encenderse fui

Cotidianidades... 215

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  Cotidianidades… Apenas había dejado al querubín en su escuela. Es más, recuerdo que todavía venía saboreando la broma que me hizo antes de despedirse: el ingrato me llamó "viejito" y, sonriendo, se detuvo para ver si yo me atrevía a llamarlo "bebé" delante de sus compañeros de primaria.      Avancé sobre el Boulevard Belisario Domínguez, iba escuchando una canción infantil, creo que sin mucha ganas de empezar a trabajar en este lunes de quincena. Adelante, en el carril derecho, vi parado a un transporte colectivo que bajaba pasaje. Enfrente de mí iba una camioneta roja que no excedía los 60 kilómetros por hora, igual que yo.      De pronto un muchacho surgió corriendo delante del colectivo, lo hizo a tiempo para ser él quien chocara contra un costado de la camioneta. Un par de segundos antes, y habría sido la camioneta quien lo embistiera a él.      Rebotó con fuerza, el impacto lo hizo dar un giro completo sobre su eje, pero no logró mandarlo a tierra, y l
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Cotidianidades… Fue el 9 de agosto del 2001 cuando pisé por primera vez Buenos Aires. Iba con hartas ilusiones y deseoso de conocer cuánto me fuera posible de ese país ajeno. Esa misma tarde conocí a Mario Lombizano, un tipo de carcajada fácil, generoso y con un corazón gigante, con quien habría de entablar una amistad entrañable, edificada a base de chistes, charlas, cortaditos y alfajores. Yo no podía saberlo, pero casualmente ese día que yo llegué a la ciudad, él estaba cumpliendo años. Disfruté enormidades mi estancia en aquel país. Fueron dos años repletos de aprendizajes, de anécdotas divertidas y de amigos que me abrieron sus casas y sus corazones, aunque no exentos de situaciones que pusieron a prueba mi temple y mi buena suerte. El balance final, de cualquier modo, fue definitivamente positivo. Durante esos años allá, fui feliz. Me resultó difícil dejar atrás esa época, aun así, nunca me arrepentiré de haber vuelto a Chiapas. Cada mañana recibo al menos un par de b

“¡Vientos!, noticias que vuelan”, un noticiero que empodera a la niñez indígena

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Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.— El noticiero para niñas, niños y jóvenes “¡Vientos!, noticias que vuelan” producirá una serie de notas y reportajes que llevarán a la pantalla televisiva nacional momentos de la vida de niños y niñas indígenas del país para, desde esa narrativa de lo cotidiano, derribar barreras sistémicas que imponen divisiones y límites sociales.   Este proyecto contará con un financiamiento de $123, 525 dólares que le otorga la Fundación W.K. Kellog g , y que le será entregado a lo largo de un periodo de dos años. “El objetivo es empoderar a niños y niñas indígenas promoviendo su participación e inclusión, así como mostrar las barreras estructurales a las que se enfrentan”, comentó Elke Franke, coordinadora general del noticiero infantil, y prosiguió: “Al mismo tiempo, vamos a coordinarnos   con organizaciones de la sociedad civil para unir   esfuerzos, que cuenten ellos con el material que iremos produciendo, y así abogar juntos por estos niños y niñas que han c

Cotidianidades... 211

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Entré al tercero de primaria convencido de que habría de ser la continuación del infierno que viví durante mi segundo año. La profesora que nos asignaron pareció dispuesta a darme la razón, y a los pocos días, echando mano de criterios pedagógicos del siglo pasado, nos acomodó de acuerdo a nuestro nivel de aprovechamiento. A mí me tocó hasta atrás en la fila de los más atrasados, es decir, para copiar sólo me quedaba el compañero de adelante, quien como yo, era poco confiable. No recuerdo que mis compañeros me hubieran acosado por la posición que ocupé en el salón de clases, de todas formas con la humillación personal tenía bastante para sentirme mal conmigo mismo, y no encontraba de dónde asirme para escapar de ese sitio en que me colocaron mis malas calificaciones y, por supuesto, esa condenada profesora. Para mi buena suerte, la profesora se jubiló un mes después, y su lugar fue ocupado por una maestra nueva de quien poco se sabía. Recuerdo que la directora llegó a present

Cotidianidades... 210

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El guateque familiar se armó sin estar planeado. Mientras algunos propusimos ir por la cena, otros se apuntaron para ir por las bebidas, y adultos y niños salimos a cumplir con nuestras respectivas encomiendas. El querubín se subió al auto de su padrino porque ahí había más niños, y al llegar a su destino, mientras se estacionaban, descubrió con asombro que se desplegaba una pantallita con cámara de visión trasera: —¡Órale, tiene computadora! —dijo el niño. —Es para que te estaciones más fácil —le explicó su primo y le preguntó: — ¿El coche de tus papás no tiene? Mi hijo, cruel en su inocencia, respondió: —No, no la necesitan. Ellos sí saben manejar. Claro que ahí se desató un debate infantil, en el que se esgrimieron argumentos para dejar en claro qué padres eran los mejores al volante. Todos nos reímos con la anécdota, aunque internamente me pregunté cómo y cuándo debía comenzar a enseñarle a mi hijo a ser “políticamente correcto”, sobre todo en esta época en que hay

Cotidianidades... 209

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—¡Un Cristo caminando! —dijo el querubín con el mismo tono con que hubiera dicho “ahí va el señor de las nieves” o “acaba de pasar un ave”. Me acerqué a ver de qué se trataba, y descubrí a un señor con short blanco, playera roja y tenis que traía sobre el hombro, formando una cruz, dos largos palos de madera. Otro hombre, más joven que el primero aunque también en short, se acercó a ayudar a cargar uno de los maderos, a lo que el primero respondió: —¡Hasta que te acomediste! —¿Quiénes son? —me preguntó mi hijo y le respondí lo primero que se me vino a la mente. —El de atrás se llama Cirineo, y al de adelante ya lo conoces —lo cuál era verdad—, es el señor de la tiendita. Detrás de ellos aparecieron un grupo de hombres, unas pocas mujeres y varios niños. Otros dos cargaban dos maderos más, y entre risas y bromas se instalaron en un llano muy cerca de donde estábamos. —¡Vamos a jugar futbol! —nos aclaró un borrachín que iba rezagado del grupo— Vengan con nosotros, si quiere

Cotidianidades... 208

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Con el querubín abordamos el avión para regresar a casa después un viaje fantástico. Entre tanta euforia, el niño comenzó a empujarme e intentó hacerme cosquillas para comenzar una “lucha épica”, en la cual yo podía elegir ser el villano que más me gustara, mientras que él sería el súper héroe que de cualquier forma me derrotaría. Más o menos a la mitad del vuelo —y después de ciertos intervalos de descanso— la lucha se tornó intensa, en ese momento, también, entramos a una zona de turbulencias y viví las sacudidas más fuertes que haya sentido en un avión. Los cinturones evitaron que nos eleváramos varios centímetros de nuestros asientos, escuchamos cómo tronaba el fuselaje y comenzamos un evidente descenso con la parte frontal inclinada. El niño me pegó en el estómago, con su gesto de pillo evidenciaba las enormes ganas que traía de vencerme, atrás de nosotros escuché imprecaciones contra el clima y el destino, alguien más rezaba y varias voces de angustia, que de pronto sonaron

Cotidianidades... 207

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De niño viví varios años en el corazón del barrio de San Roque, a muy pocos metros de la iglesia. En aquella época, los días de feria eran para mí días de diversión constante, porque para llegar a los primeros puestos sólo debía bajar tres escalones y caminar unos pocos pasos, así que no había tarde en que no terminara en el juego de las canicas —donde ganaba cualquier baratija, alejada de los grandes premios—, en los carritos chocones que manejaba un primo mayor, en el carrusel, comprando jocote curtido o, con menos frecuencia, sintiéndome un soldado implacable que abatía figuras de metal con rifles de balines. Sin embargo, los mejores momentos ocurrían durante la noche, cuando llegaba la marimba, había concursos para trepar el palo encebado, quemaban castillos, salía el torito con fuegos pirotécnicos, y lo mejor, vendían unas copas de chocomilk riquísimos, interminables para un niño en su primer lustro de vida. Con el tiempo me fui a vivir a otros territorios, y la fiesta de ba

Cotidianidades... 206

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Junto con el puente de marzo, llegaron los festivales de la primavera, para los cuales mamás y papás deben improvisar disfraces y vestuarios que los niños nunca más utilizarán, y que terminan arrumbados en cualquier rincón de la casa, hasta que años después, días antes de que el chamaquito entre a la universidad, se acepte que eso es basura. Por suerte, en medio de ese jolgorio mercantil, las maestras del querubín se lucieron, pues acompañaron a sus alumnos en el proceso de crear las máscaras para el espectáculo primaveral, pensaron en actividades que nos mostraran otras habilidades de nuestros hijos y nos invitaron a pintar una playera juntos. Creo que todos salimos contentos, se notaba en el ambiente entre los adultos y en las carreras y los gritos del chamaquitaje, y aunque nuestro niño ha demostrado tener una buena memoria, la dueña de mis quincenas me preguntó: —¿Tú crees que al paso de los años, él también recuerde estos momentos? No le respondí porque no sabía qué deci

Cotidianidades... 205

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Viví en Buenos Aires a principios de este siglo. Allá presencié la devaluación del peso argentino, el corralito financiero que impedía a los cuentahabientes usar sus ahorros, los cacerolazos como protesta contra el gobierno, las manifestaciones multitudinarias en las calles, saqueos a comercios, que ese país tuviera hasta cinco presidentes en una semana y, quizá lo más doloroso, vi cómo individuos caían en la desesperación más profunda por su situación financiera familiar. En ese ambiente complejo, tuve la fortuna de conocer a personas maravillosas que me abrieron las puertas de sus casas y sus corazones para invitarme, así fuera por un ratito, a formar parte de sus familias. Con ellos recordábamos la entonces reciente devaluación mexicana con Zedillo, así como el catastrófico efecto tequila, y también explorábamos todas las condiciones y herramientas con que contaban para remontar la crisis. Mentiría si dijera que la sensación de angustia y dolor era permanente. Entre el caos, m