Cotidianidades... 92

09/mar/2015

Cotidianidades…
El hábito no hace el monje, sin embargo como te ven te tratan y, al mismo tiempo, dicen que se vale ser cochi (cerdo-abusivo) pero no tan trompudo. Aunque pareciera que evoco al buen Sancho Panza en conmemoración de los primeros 410 años de Don Quijote, en realidad estoy haciendo referencia a la pareja Presidencial y su numerosa prole (dicha esta palabra en relación a su descendencia y no con tono despectivo, no vaya usted a pensar mal).
Me había prometido no volver a hablar de ellos, y no por la censura del Estado (que ni me pela), sino porque tantos los critican con acierto, que de pronto se siente uno contando chistes viejos. Claro que el Presi, la Ladirae Charadriiformes (vulgarmente conocida como Gaviota) y sus graciosos hijos, se esmeran en poner el pechito a las bromas con tantas barrabasadas que perpetran, que incluso podríamos armar un ejemplar de Condorito lleno de “Plop’s”.
Resulta que el señor Peña Nieto decidió ir de viaje a Inglaterra para promover acuerdos que le significarán, dicen, grandes beneficios a México. Amén de que allá sí aceptó la falta de credibilidad de que goza su gobierno y de que firmó tratados que dejaron contentos a los ingleses, los “Peña–Charaqdiiforme” decidieron no quedar como los parientes pobres de la mesa, y se mandaron a hacer sus mejores pilchas para estar al nivel de la monarquía europea.
No imagino qué tan monos se habrían visto vestidos de seda, pero no hay duda de que le echaron ganas y harto presupuesto a sus ropajes, al grado que circula en las redes que la bella Sofía Castro, hija de la Gaviota, usó un vestido que costó la friolera de $114, 363.00, es decir, casi se despachó una quincena de su padrastro, quien supuestamente gana 248 mil pesos al mes.
Estamos de acuerdo que lo anterior es broma, pues todos sabemos que ese dinero no salió de la cartera del señor Peña, sino del presupuesto asignado a la Presidencia, el cual, según El Economista del 4 de marzo, es de 11.56 millones para “vestuarios, blancos y prendas de protección”. De ese modo, si disponen de casi un millón mensuales (¡Lo que haría usted con esa lana!) para comprar sus trapos, se puede entender (que no aceptar) de dónde sacan la morralla para adquirir lo que les venga en su “real” gana, aun cuando la monarquía fue eliminada de México allá por 1824.
Por cierto, la reina Isabel II se puso histórica y recordó que su país fue el primero de Europa en reconocer la independencia de México, por suerte y gracias al protocolo y el sentido común, no siguió haciendo memoria. Lo digo porque en una de esas, al ver a tan singular familia que invitó a cenar a su palacio, podría recordar a la linda pareja formada por la siempre bella María Antonieta y el simpático Luis XVI, quienes —casualidades de la vida—, mientras Francia se iba a la ruina y el descontento social aumentaba, ellos se dedicaban a fiestas reales y a dilapidar los recursos del pueblo en lujos desenfrenados (así los describían).
Claro que aquella pareja monárquica tuvo tiempo para cometer muchos más errores incendiarios, eran otros tiempos y el cansancio popular alcanzaba el nivel de descomunal. En México a principios del siglo XXI, aunque muchos andemos encabritados, la inconformidad no llega a umbrales insostenibles. Todavía.
Con toda seguridad y a partir de la información recibida de ese viaje presidencial, a usted y a mí se nos vienen a la mente distintos calificativos. Uno de ellos — tal vez el menos peculiar— es incongruencia.
Lo digo porque no se entiende cómo es posible que se hable de recortar el presupuesto y luego, al puro estilo de “Huicho Domínguez”, suban a casi toda la familia al avión de lujo (cuatro hijas, una hermana de Peña y una de Rivera) y vámonos a conocer a los de la alta europea. Luego el Presidente le declara al Financial Times que hay una “pérdida de confianza” entre los mexicanos pero que aún hay “tiempo para mostrar resultados”, y como prueba nos mandan fotos donde ya dejaron de ser personajes de telenovela mexicana para parecer de cuento de hadas Disney, con todo y carruaje dorado y caballos impecables. Vamos, ni el Príncipe Encantador de Shrek se veía tan en su ambiente como ellos.
Ni cómo esperar que alguien de la supuesta izquierda realizara las críticas pertinentes, si el perredista Miguel Barbosa, Presidente de la Mesa Directiva del Senado, también fue al viaje, y lo imagino demasiado ocupado comprando suvenires en Oxford Street, como para tener tiempo de ver lo que ocurría a su alrededor.
Aún hay quienes defienden a la familia Presidencial y preguntan con ironía (los muy pelados) si queremos mandarlos vestidos de charros o en taparrabos para que se vean bien “mexicans”. Creo que no es pa’ tanto, y los integrantes de la familia presidencial pueden ir maravillosamente vestidos sin caer en excesos insultantes. Es más, que se vistan como quieran, nomás le pido al señor Peña Nieto que a cambio dirija al país hacia un índice de corrupción cero. Las consecuencias que tendríamos en rubros como derechos humanos, educación, salud, seguridad y economía, al menos, serían tan benéficas que entonces sí, ni quien les critique sus ropitas. Hasta la próxima.

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