Cotidianidades... 89

16/feb/2015

Cotidianidades…
¿Hasta dónde se debe empujar una ilusión? ¿Cuánto tiempo debes luchar por llevar a cabo un sueño? La pregunta surgió con unos amigos hace ya casi un lustro. Ellos habían instalado una librería de viejo, donde además se vendían CD´s difíciles de conseguir y tés deliciosos que rayaban en el exotismo.
Era un lugar tan acogedor, que lo mismo invitaba a leer, soñar o a despertar el espíritu creativo. Sin embargo, y a pesar de los grandes esfuerzos de los dueños, llegó el momento en que las cuentas no cuadraban y no les quedó de otra que rematar la mercancía, vaciar el local y despedirse de un negocio que había nacido de un sueño y que intentaron mantener con entusiasmo kamikaze.
Esa ocasión, entre vinos y un ambiente luctuoso, colocamos a los sueños en una balanza que intentaba ser justa, y los comparamos contra el trabajo que implicaba alcanzarlos y las posibilidades verdaderas de poder sostenerlos durante varios años. Es decir, hablábamos de sueños de largo alcance, los cuales implican, incluso, elegir una forma de vida, y no de objetivos inmediatos o de mediano plazo, que si bien requieren de mucha energía y un gran compromiso, no necesariamente sufren los desgastes que implica el devenir del tiempo.
Entre otras cosas concluimos que en muchas ocasiones los sueños están sobrevalorados y, por tanto, al chocar contra la realidad cotidiana, se desvanecen.
Lo peor del asunto es que además hemos aprendido a rodear a esos sueños e ilusiones de misticismo y magia, y cuando los vemos desplomarse, nos culpamos por no haber creído lo suficiente en ellos, porque les entramos con miedo, porque nuestros decretos no tuvieron la fuerza necesaria o porque de seguro se trataba de un examen del universo que no supimos aprobar, cuando en realidad tal vez no supimos leer las necesidades del mercado, no comprendimos que la crisis económicas son difíciles de surfear, establecimos expectativas tan altas que resultaron falsas o le apostamos a pasiones para las cuales no tenemos aptitudes. Por lo general es más fácil y certro encontrar las respuestas a las fallas estudiando el contexto inmediato, que cuestionando la magia que puede llegar a rodearnos o, mejor aún, nacer de nosotros.
Con estas últimas líneas quiero aclarar que sí creo en ciertas formas de energía que no dejarán de existir porque nadie pueda medirlas. Me refiero a esas manifestaciones energéticas que hacen llegar más lejos de lo común a las personas y que nacen del enamoramiento, otras veces del entusiasmo, ocurre que también del miedo y, por supuesto, de la planificación y el trabajo obsesivo.
Sin embargo, y a pesar de que pudiera usted concentrar todas estas formas de energía, esto no significa necesariamente el éxito definitivo para su empresa, y entonces volvemos a las dos preguntas con que empecé esta columna: ¿Hasta dónde se debe empujar una ilusión? ¿Cuánto tiempo debes luchar por llevar a cabo un sueño?
Hace poco encontré una posible respuesta de las muchas, muchísimas que deben tener estas preguntas, y la descubrí cuando faltaban 25 segundos para que terminara el partido de Súper Tazón de este año.
En ese momento los Halcones Marinos lucían imparables y estaban a menos de una yarda de anotarles a los Patriotas de Nueva Inglaterra, con lo que ganarían el partido y, por lo tanto, el campeonato. Los Halcones Marinos mandaron una mala jugada y el número 21 de los Patriotas metió el cuerpo con la fuerza de una locomotora para interceptar el balón, estar más cerca de asegurar el triunfo y convertirse en héroe. Aun así quedaban veinte segundos (más o menos el tiempo que usted tardará en leer este párrafo), y los Halcones Marinos entraron a la cancha con la esperanza de lograr el milagro y ganar el partido.
No pudieron. Es más, cometieron otro error, hijo del nerviosismo y la ansiedad, y perdieron ese último chance. Lo importante para mí y con lo que me quedo de ese juego, es con ese ímpetu de luchar hasta el último momento, con esa intención de exprimir esos aparentemente “míseros” veinte segundos para lograr su objetivo. No lo consiguieron y no les quedó más que aceptar la derrota, y aunque varios de ellos incluso saben que nunca tendrán otra oportunidad de ser campeones, tienen en su haber la dicha (“la gloria” dirían los fanáticos) de haber jugado un Súper Tazón.
Aquella noche de vinos mis amigos y yo tratamos de ser justos con los sueños, no lo logramos, porque fuimos severos para evaluar cuando estos se terminan, pero olvidamos tomar en cuenta el tiempo que duran y por tanto que los vivimos.

Hace poco esos amigos me confiaron que de vez en vez voltean a ver el sueño de vender libros. Quién sabe, quizá algún día vuelvan a materializar esa idea, y tal vez de nuevo vuelvan a enfrentarse a sus últimos veinte segundos y otra vez no les quede más que cerrar, lo importante será entonces disfrutarlo mientras dure y tener la conciencia de que si bien los sueños a veces se apagan, también pueden renacer. Hasta la próxima.

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