Cotidianidades... 117
Cotidianidades...
Una de las actividades que más disfruto en la
vida es leer. Para mí pocos placeres son tan disfrutables como el acostarte en
una hamaca acompañado por una lectura capaz de hipnotizarte, de atraerte a esa
realidad que te están contando y que uno, como lector, recrea y hasta confirma
que existe porque la estamos viendo en nuestra mente.
Claro que, al igual que a
muchos de ustedes, apenas abro un libro parece que se prendiera un letrero con
luces fosforescentes que dice “persona sin oficio”, porque de inmediato se
presentan urgencias impostergables, llamadas telefónicas de personas
equivocadas y alguna ocurrencia de los niños que, aprovechando nuestro
alejamiento mental, comenten sus más perfeccionadas diabluras.
En esos casos y por su bien
emocional, le recomiendo que postergue la urgencia, apague el teléfono, amarre
a los niños, y siga leyendo hasta sentirse feliz.
Siendo sincero, a veces mi
capacidad de comprensión no me da para entender a algunos autores y mucho menos
para disfrutarlos, en esos casos vuelvo la mirada a Borges y recuerdo que en
una de sus últimas entrevistas dijo: "Si un libro aburre, déjelo. No lo
lean porque es famoso. No lo lean porque es moderno. No lo lean porque es
antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo. Leer es buscar una
felicidad personal, un goce personal". Y de la mano de tan ilustre
conocedor de las letras y de la vida, he mandado al cajón del olvido a quienes
quizá usted considera un imprescindible de su biblioteca personal.
Entonces opto por aquellos
autores que me atrapan con su prosa, con la capacidad para crear historias
interesantes e inteligentes, que no sólo me sorprenden con un final arriesgado,
sino que a través de sus páginas van poniendo en tela de juicio algunas de las
creencias más arraigadas con las que he vivido mis más de cuatro décadas o que
me van convenciendo de que, después de todo, no siempre he vivido equivocado.
Es así como terminé de
creer, gracias a Gabriel García Márquez, que las esteras voladoras sí existen,
o confirmé con Toño Malpica que a nuestro alrededor hay seres sencillos que en
el corazón llevan la llave de la felicidad, y no se diga que comprendí la
existencia de los mundos paralelos, gracias a la capacidad narrativa de Haruki
Murakami.
Muchas ocasiones me he preguntado
de dónde habrán sacado tan brillantes ideas estos autores, y no pocas veces he
dado con la respuesta: las encuentran en la vida cotidiana, en ese acontecer
diario que usted y yo vivimos, pero que ellos puedes observar o comprender de
una manera distinta.
Pongamos por ejemplo a Murakami, quien en su libro “Kafka en la orilla”, sin grandes rodeos y con sencillez, nos convence de que dos mundos paralelos sí puede existir en un mismo planeta, aunque en cada uno de ellos se vivan tiempos y realidades distintas.
Pongamos por ejemplo a Murakami, quien en su libro “Kafka en la orilla”, sin grandes rodeos y con sencillez, nos convence de que dos mundos paralelos sí puede existir en un mismo planeta, aunque en cada uno de ellos se vivan tiempos y realidades distintas.
Pareciera una idea compleja,
pero en la realidad mexicana la vivimos diariamente. Un caso sencillo y
bastante trillado, nos lo ponen cotidianamente nuestros gobernantes. Mientras
la gran mayoría vivimos con cierta incertidumbre, vemos que nuestra economía va
en bajada y que el encono social crece porque no hay respuesta a demandas en
materia de seguridad, educación, salud y justicia, ellos se pavonean con
ropajes que sacarían de la miseria a varias familias, sonrientes desfilan por
pasillos de oropel con movimientos estudiados y sonrisas practicadas para
aparecer como corresponde en las revistas sociales y de historias rosas, donde
nos cuentan que viven un país boyante, en un mundo donde todos son felices y
donde se premia y encumbra al que nosotros —los del otro mundo— consideramos delincuente.
A veces da la impresión de que compartimos un mismo lugar y espacio. Es fácil comprender que eso no es cierto, que es un espejismo, un engaño de la razón. Nuestras realidades se encuentran tan distantes entre sí, que en su mundo no se alcanzan a escuchar las protestas por los desparecidos o los lamentos de dolor de los niños muertos y heridos en la guardería ABC, desde allá no se ven feminicidios, ni violaciones a los derechos de los migrantes y, al mismo tiempo, según ellos, nosotros somos felices, dichosos, con los nuevos gobernantes que han dado por imponernos.
A veces da la impresión de que compartimos un mismo lugar y espacio. Es fácil comprender que eso no es cierto, que es un espejismo, un engaño de la razón. Nuestras realidades se encuentran tan distantes entre sí, que en su mundo no se alcanzan a escuchar las protestas por los desparecidos o los lamentos de dolor de los niños muertos y heridos en la guardería ABC, desde allá no se ven feminicidios, ni violaciones a los derechos de los migrantes y, al mismo tiempo, según ellos, nosotros somos felices, dichosos, con los nuevos gobernantes que han dado por imponernos.
Lo preocupante es que en
algunos lugares como Chiapas, el mundo de la gente común parece estarse
cansando del otro mundo, y cada vez se muestran más dispuestos a romper las
barreras imaginarias para entrar por la fuerza a ese mundo paralelo, y no estoy
en contra de que por fin compartamos un solo mundo, lo que me consterna es que
eso ocurra de modo violento, y que al final de cuentas, todos salgamos perdiendo.
Hasta la próxima.
Hasta la próxima.
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