Cotidianidades... 116

Cotidianidades...
No sé si estaba enamorada cuando se casó a los catorce años, pero un año después tuvo a su primer hijo con ese hombre que en edad le llevaba más de un lustro. Muchos de mis contemporáneos con toda seguridad habrían augurado un naufragio amoroso a esa relación, sin embargo, cuando ella  cumplió los veintitrés ya tenían cuatro querubines y quizá todo habría seguido por un curso más o menos sereno, sino es porque enviudó.
En un principio, afligida por la muerte y por las necesidades económicas, se refugió bajo la sombra del suegro. Sólo que entonces ocurrió lo inevitable. El anciano también falleció, y esta joven debió repartir las horas del día en múltiples actividades que le permitieran darle de comer a su prole, vestirlos decentemente y mandarlos a la escuela.
Ante ese escenario que a varios nos resultaría avasallante, ella no pudo evitar caer en la tentación de entregar su corazón a otros dos niños, hijos de una comadre, y que quedaron huérfanos justo cuando ella más necesidades tenía. Los recibió para tratarlos como si fueran sus hijos y ellos, a pesar del recuerdo de su madre, a ella le siguen diciendo mamá.
En esta época, para definir a guerreras de la vida, diríamos frases más o menos comunes como: “sacó fuerzas de flaqueza”, “no se rindió ante la adversidad” o “encaró su destino con temple”, todas bastante descriptivas de lo que esta mujer ha sido. Pero desde su propia perspectiva, no hubo heroicidades ni resquebrajamientos emocionales de los cuáles se levantó como ave fénix, sólo se trataron de circunstancias difíciles que debió encarar trabajando y haciendo las cosas del modo que consideraba correcto.
Que fue difícil, no hay duda alguna, pero en ningún momento se le ocurrió abandonar el barco, y en cambio siempre se guió por la tenue luz de esperanza de que todo mejoraría si sus hijos estudiaban.
Estamos hablando de una mujer menudita, erguida, que caminaba con pasos cortos, de mirada punzante, reflejo de su carácter firme y sus convicciones fuertes, y que ambicionaba una vida mejor para toda su familia y para ella misma, pero a través de un camino honesto, porque la indecencia o la deshonestidad no entraban en su marco de posibilidades. No es que no conociera actos de ese tipo, con seguridad escuchó de ellos o los vio en los periódicos y en la televisión, pero así como usted no asume la eventualidad de pasar una hora sin respirar, ella no consideraba siquiera la posibilidad de echar mano de trampas para sacar ventaja de los demás.
Sus seis hijos siguieron sus respectivos caminos, cada uno tuvo una vida honorable y formaron sus respectivas familias. Lo único que quizá se les puede reclamar a los cuatro hijos biológicos, es que se murieran antes que su madre y que no estuvieran acompañándola este 21 de septiembre, en el festejo de sus 103 años.
Se llama Efigenia, es la abuelita de mi esposa y para celebrar su aniversario hubo marimba, tamales chiapanecos y pozole, conforme a una tradición regional (al parecer de origen zoque) le colocamos una corona de flores y partimos pastel que devoramos acompañado con tazas de café del Soconusco.
Dicen que donde hay más de dos personas es inevitable que se comience a hablar de política, y a partir de lo que hemos leído en los diarios, las experiencias personales y los chismes y la información en la red, entre todos dibujamos el mapa político de nuestra ciudad (considerada una de las 5 peores ciudades para vivir en México, conforme a la opinión de sus propios habitantes), del estado y del país. El resultado, por supuesto, fue desalentador, porque vislumbramos con una nitidez de espanto la red de complicidades de los principales actores políticos de este momento histórico, el cinismo maravilloso con que muestran sus corruptelas y cómo se ríen delante nuestro por la impunidad en que navegan.
Un ejemplo claro (entre muchos) lo encontramos en la declaración del Presidente de la Republica cuando, respecto al escándalo de la “Casa Blanca”, le confiesa al periodista Carlos Marín que por ahora no tiene el deseo ni el ánimo de adquirir algo, “aunque lo hiciera de forma legal y legítima”, es decir, aun cuando tuviera que hacerlo del modo correcto (aquí entra un “plop” de Condorito).
 Cuando llegamos a ese punto, hubo un momento de silencio en la mesa, y estoy seguro que varios nos preguntábamos qué hacer ante ese escenario. Entonces recordamos la vida de la abuelita, sentada ahí entre nosotros, que no se rindió ante la adversidad porque esa no era una opción, que manejó sus decisiones conforme a férreos valores éticos y morales, y que retó a su destino con tal de brindarle a su descendencia la posibilidad de tener un mundo más bonito que el suyo.
Es una señora que a pesar de la debilidad y el declive físico provocado por los años, todavía mira con firmeza a los ojos de sus interlocutores, no lo puedo asegurar, pero imagino que esa seguridad le fue templada durante décadas de manejarse de manera honorable y con la certeza de que ha tenido una vida digna, íntegra, y por lo tanto, no tiene por qué bajar la vista ante nadie. Es una señora, en fin, que sentadita y casi sin moverse, nos sigue enseñando con su ejemplo. Hasta la próxima.
 

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