Cotidianidades... 83
16/dic/2014
Cotidianidades…
En apariencia la tarea era sencilla. Debíamos
sacar la ropa que ya no le venía al niño, separarla por talla y acomodarla en
bolsas para luego repartirla con familia y amigos a quien pudiera serle útil.
Esa costumbre de “heredar”
ropa en buen estado, es una estrategia familiar que hemos realizado por décadas
y que nos implica buenos ahorros en el presupuesto. Con lo que no conté fue que
el ambiente navideño quizá había llenado de nostalgia el cuarto y en más de una
ocasión la camisa o el pañalero nos llevaron a momentos mágicos que vivimos con
el querubín.
Ahí estaba la playera con la
que parecía futbolista, el pantalón beige que coloreó de rojo cuando le dejó
caer jamaica y los zapatos azules que él prefería para salir a dar sus primeros
pasos por la colonia.
De la ropa pasamos a las
fotos, de las fotos a la mesa para compartir recuerdos y anécdotas, y de ahí
llegamos a las copas de vino que le dieron tanta vida a las remembranzas, que
de pronto llegué a sentir que lo que platicábamos se reproducía en el aire.
Eso podía ser poesía sin
palabras.
O que el vino resultó
demasiado corriente y me provocó alucinaciones.
No sé si todo lo que
recuerdo de esa noche sea cierto, lo que sí tengo muy presente, es mi
insistencia en hacer un recuento de los daños del 2014.
—Ya vas a meter la política
en este momento tan íntimo —esgrimió la dueña de mis quincenas, pero quiero
hacer constar que fue ella quien mencionó las semanas interminables de caos,
locura y embotellamiento que vivimos en la capital chiapaneca, los
espectaculares de juniors ambiciosos con aspiraciones políticas, los camellones
de primera y las calles para llorar, y el grado de ingobernabilidad estatal, que
permitió que dos personas fueran quemadas en Oxchuc.
No me quedó de otra que entrar
al quite de los recuerdos y mencionar que éste fue el año del mundial en
Brasil, del “no era penal” y de los miles de niños mexicanos y centroamericanos
que llegaron a Estados Unidos en busca de una vida mejor.
Este 2014, además, es el año
en que desde Los Pinos se aceptó (¿O decretó?) que la corrupción es parte de la
cultura, y para no dejar dudas de ello, a los pocos meses tanto la esposa del Presidente
como el Secretario de Hacienda y Crédito Público, reconocieron haber comprado
casas con un costo que muchos mexicanos juntos no podríamos reunir en
incontables años de trabajo y, casualidades de la vida, justo se las vendió un
constructor que se ha visto beneficiado con múltiples obras del gobierno
federal.
Por supuesto que tanto la
Gaviota como Videgaray dicen haber adquirido honradamente sus jacalitos, a lo
que se les puede responder con un eslogan político bastante viejo: “¿Usted les
cree?... Yo tampoco”.
Durante este año también se
vivió una crisis económica bastante fuerte, muchas familias debieron (debimos)
hacer malabares para —como dicen las abuelitas— seguir adelante. Y las pocas
veces que recibíamos algún ingreso, éste debió ser declarado por medios
electrónicos para evitar la evasión. Situación que comprendo y acepto resignado,
pues si no pagamos los respectivos impuestos de nuestros míseros ingresos,
¿cómo le van a hacer nuestros representantes políticos y estadistas nacionales
para subvencionar sus lujos y casas blancas? ¿O acaso es culpa de ellos y de su
mezquina visión del país que la mayoría de los mexicanos tengan un ingreso
paupérrimo y no nos alcance para viajar al extranjero, comprar ropa de marca y
comer bien?
No, queridos lectores, no
hay que ser injustos con nuestros representantes políticos. Además (recordando
a Mafalda que cumplió 50 añotes), queda poco espacio para más injusticias en un
país donde el estado de derecho parece ser un viejo recuerdo y por tanto se
pueden cometer feminicidios, desaparecer personas o matar normalistas, bajo la
conciencia de que la impunidad es quien reina.
Pero también fue el año de
las protestas pacíficas, del cuestionamiento fundamentado y de la crítica
abierta. Ha sido un año de búsquedas de nuevas opciones democráticas de
elección de nuestros gobernantes (en este sentido saltan a la vista las candidaturas
independientes), de la crisis de varios partidos políticos (que están viviendo
una implosión y voltean a ver al mundo buscando quién les explique qué está
ocurriendo), del “ya me cansé” y de la acción social encaminada al cambio a
veces a través de estrategias culturales.
Claro, de pronto hay que
voltear a vernos a nosotros mismos y también realizar un recuento de los daños
personal.
En mi caso he decidido
comenzarlo a partir de ya, y lo llevaré a cabo con tal concentración, que
requeriré al menos de dos semanas de tiempo completo para que valga la pena.
Es por ello que aprovecho
estas líneas para despedirme de ustedes hasta enero y, faltaba más, para desearles unas felices fiestas y un
maravilloso año nuevo, en el que su deseo más anhelado se haga realidad.
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