Cotidianidades... 129
11/01/2016
Cotidianidades…
Once días después de iniciado el año, una
serie de noticias que confluyen en este momento histórico ponen nuestros
sentidos en alerta. Para empezar, bajo la amenaza de una crisis en China y la
devaluación que por allá hicieron de su moneda, varios economistas auguran que
para el primer semestre del año habrá que ajustarnos más los cinturones porque,
contrario a lo dicho por algunos gobiernos y gobernantes, la situación
económica dista de estar saludable y no la tiene en vilo una gripa o una
pulmonía, sino su anemia crónica, lo cual ha provocado las caídas de algunas
monedas, como es
el caso de nuestro peso.
Si a esto le sumamos el
desplome del precio del petróleo, a países como el nuestro se le plantea un
escenario complejo, que en lo personal se complica todavía más para, por tan
sólo poner un ejemplo, los casi quince mil novecientos burócratas despedidos
por la federación en los últimos meses del año pasado, y si bien en general
existe la impresión de que el número de empleados gubernamentales debe bajar,
dejar a tantas personas en el desempleo de un día para otro, de las cuales
dependen varios miles de familias, no es precisamente gobernar pensando en la
gente (bueno, cabe aclarar que las amistades del Presidente que gozan de altísimos
salarios, ya han sido recontratados aunque ahora no tengan a quien coordinar o
dirigir).
Por suerte, y justo cuando
ya no había espacio para más malas noticias, el Chapo, en buena onda y para
calmar los ánimos —ya saben que le brota lo ternurita—, se dispuso a ser una
cortina de humo para distraernos de los “otros problemas”, que en realidad no
dejan dormir bien a muchísimas personas a lo largo y ancho del país y también
fuera de él, porque esos sí ponen en vilo la posibilidad de mantener a sus
hogares.
Sin embargo, y a pesar de
todo lo anterior, de pronto nos encontramos también con buenas nuevas, que si
bien no salen en los periódicos, nos hacen sonreír de auténtica felicidad o nos
hacen sentir orgullosos.
En mi caso, y para no dejar
dudas sobre mi obstinación, otra vez volví a correr la Carrera del Parachico en
una situación similar a la vivida en años anteriores, es decir, mal entrenado,
con un pavo que en lugar de haber sido digerido parece estar viviendo dentro de
mi estómago (hasta mantiene la forma y se mueve con peculiar alegría) y con más
entusiasmo que posibilidades de terminar ese reto de quince kilómetros.
Siendo honestos llegué hasta
el kilómetro trece y, por una clase de orgullo y autocastigo, decidí no caminar
los dos mil metros restantes. Sentí que no merecía llegar a la meta y que esta vergüenza
debe durarme los siguientes meses, de tal forma que a la próxima sí me prepare
como es debido.
No obstante, justo en el
lugar donde decidí parar, un gran amigo al que no había visto en meses me recibió
con un abrazo y me felicitó por haberlo intentado, y en la casa de mis papás la
familia me recibió como si hubiera ganado la competencia. Mi mamá preparó un
desayuno familiar delicioso (lo cual, por cierto, agradeció mucho el pavo que
vive en mi estómago), que estuvo acompañado por música de marimba (en CD, no
vaya a creer que el presupuesto dio para tanto) y el griterío de los niños que
por suerte a veces se cansaban, y nos dejaban charlar de la vida presente, del
futuro y de un pasado que yo no alcancé a conocer.
Fue en alguno de esos
momentos que hablamos de mi sobrina Mariana, quien para orgullo de la familia
representó a su escuela en las olimpiadas estatales de matemáticas, y también
recordamos a Marla, que nos deleita con sus melodías al arpa, y de Zyanya, con
su enorme capacidad para las artes plásticas.
Por si eso no fuera poco,
pasé la tarde jugando con el querubín, quien quedó lo suficientemente cansado
como para dormirse temprano y, por fin, pude ver en calma una película con la
dueña de mis quincenas, que sonreía feliz porque a la antigüita, una ex alumna
deslizó una carta bajo la puerta, donde le contó cuánto bien le hizo en la vida
conocerla y los modos impensados en que la alentó a ser una mejor persona y
profesionista.
¿Estas son mini cortinas de
humo para negarme la otra realidad? No lo creo, más bien son momentos que
forman parte de mi realidad y mientras ocurren, decido concentrarme en ellos,
no como una manera de evadir los problemas o dificultades que se ven venir, y
sí como un artilugio personal para seguir disfrutando la vida y cargarme de
energía que me permita enfrentar las contrariedades que a veces sueles ser
cotidianas.
Sé que vienen meses
complejos, sé que pueden presentarse baches económicos, pero también sé que en
estos días saldrán a bailar cientos de parachicos y chiapanecas en Chiapa de
Corzo, y yo quiero estar ahí, bailando, motivado ahora no sólo por mi propio
gusto, sino porque el querubín ya dijo que también quiere ser parachico. Así
que el próximo domingo saldremos a sonar nuestros chinchines y a lucir nuestras
máscaras de madera, que a pesar de tener gesto serio, van contagiando su
alegría. Hasta la próxima.
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