Cotidianidades... 107
30/06/2015
La propuesta fue de tomar un café entre
amigos sin hablar de política. El café estuvo bueno, y el tema que terminó en
discusión fue qué candidato a la presidencia municipal podría ser mejor para
nuestra ciudad.
Las diferentes posturas de
mis compañeros de mesa marcaban algunos de los principales intereses que tienen
los ciudadanos en el momento de dar su voto: Una de mis amigas habló de la
“cercana amistad” que tiene su hermano con uno de los candidatos; otro confiaba
en que su candidato le daría obra a las empresas locales, lo cual podía
resultarle benéfico; uno más tenía argumentos para defender al que considera
más honrado y comprometido socialmente; y yo hice chistes a costa de cada uno
de ellos, lo que me valió miradas hostiles.
Por suerte llegó a sacarme
de ese trance un amigo que tenía rato de no ver, a pesar de que su principal
tarea, dice él, consiste en pasearse por
la ciudad.
En pocos minutos me contó lo
mal que anda su matrimonio, en el cual se ejecutan distintas formas de
violencia sin llegar a la agresión física y que ha convertido sus vidas en un
pequeño infierno cotidiano.
—¿Y por qué no mejor se
separan? —pregunté sin estar seguro de que debiera meterme en ese asunto.
—Tenemos un negocito y nos
va bien. Ninguno quiere ceder su parte y tampoco queremos dejar de ganar el
dinero que nos deja. Sufrimos pero estamos contentos, porque al menos tenemos
paguita en la cartera. Más vale aguantarse. Total, ya nos agarramos el modo.
“A pos qué modo tan fiero el
suyo”, le iba a decir, pero recordé aquel refrán que dice “calladito te ves más
bonito” y también que “quien nace para buey, hasta la coyunda lame”, y ante tal
convicción fatalista le eché su bendición al hombrecito y le deseé mucho éxito
comercial, ya que eso lo hacía menos infeliz.
Camino al auto reflexioné lo
parecido que resulta ese matrimonio con la relación que se mantiene entre ciertos
segmentos de la ciudadanía y el gobierno, al menos en Chiapas.
Aunque nuestro querido
estado esté lleno de riquezas naturales, cultura y lugares paradisiacos, no
existen industrias o empresas que generen los suficientes recursos económicos
para mover la economía estatal. Por ello, muchos dependen o dependemos de los
flujos económicos que provengan de la administración pública.
En ese grupo de dependientes
económicos se encuentra los servidores públicos (quienes prefieren trabajar en
gobierno porque ninguna empresa paga tan bien como las dependencias estatales y
que ruega por no perder su trabajo en cada fin de sexenio), la burocracia y
aquellos que terminan de completar sus ingresos vía programas gubernamentales o
recibiendo despensas de hambre. Pero también se suman contratistas, prestadores
de servicios y empresas que participan en los círculos de corrupción para que
se les asignen obras y luego andan correteando a los administrativos para que
les paguen los trabajos realizados y puedan seguir sobreviviendo, y si aguantan
vara es porque dicen que “el gobierno es nuestro mejor cliente” (aunque parezca
chiste).
Les puedo asegurar que pocos
estamos contentos con el trabajo realizado por las actuales administraciones
(municipal, estatal y federal). Sin embargo, son todavía menos quienes estarían
dispuestos a realizar un cambio profundo que implicara, por ejemplo, una disminución
en el número de burócratas, desaparecer
programas de asistencia y reducir los gastos por insumos en Secretarías y
dependencias de gobierno.
A cambio deberíamos crear
empresas e industrias que nos permitieran vivir por nuestros propios medios,
porque entonces podríamos divorciarnos de los gobernantes, ya no requeriríamos
de una chamba con ellos para poder vivir bien, no sería necesario ir al mitin
para no perder el apoyo miserable con que compran votos y conciencias, y ya no se
vería al gobierno como único cliente de nuestros negocios, en tanto tendríamos
a muchos particulares a quienes atender.
De esa manera ganaríamos
libertad y romperíamos la dependencia económica que existe. Y quizás así
tendríamos el coraje para exigir (en multitud, no por voces aisladas) que se
hicieran las cosas del modo correcto y para sacar a quienes no cumplan su
tarea. Pues por ahora, aunque nos duela, un gran segmento de la población ayuda
a encumbrar a sujetos corruptos e indeseables, de quienes no se puede esperar una
buena administración, pero que a cambio les pone un poco de “paguita en la
cartera”, y aunque el resto de las cosas estén mal (salud, educación,
seguridad, servicios públicos), se piensa que es mejor aguantarse a perder ese
poquito, total, diría mi amigo, “ya nos agarramos el modo”. Hasta la próxima.
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