Cotidianidades... 88

09/Febrero/2015

Cotidianidades…
En la obra “Antonio y Cleopatra” de William Shakespeare, la famosa reina egipcia, tal vez con ganas de echar a perder la tarde, le dice al militar romano: “Si en verdad me amáis, decidme cuánto”.
No sé qué gesto debía poner el actor en ese instante de la obra, pero si a mí me hubieran salido con una preguntita así en la vida real, seguro habría puesto cara de zanate deslumbrado en el periférico para luego salir con un cursi “de aquí a la luna dos vueltas y de regreso”, o quizá con un muy chiapaneco “mucho, mucho, como la cola del chucho” (que por cierto la cola de los perros no es muy larga que digamos, entonces mi respuesta más que certezas habría dado pie a suspicacias).
Sin embargo, como Shakespeare era bien vivillo, la contestación que puso en los labios de Antonio fue también bastante inteligente: “Miserable es el amor que puede contarse”.
Aunque esa obra fue escrita hace poco más de cuatrocientos años (en 1606, para ser exactos), la pregunta no ha pasado de moda y siguen realizándola muchas personas a sus “peor es nada”, y a pesar de que hemos encontrado respuestas más o menos simpáticas, pocas son tan bellas como la que dio el enamorado Antonio.
Claro que las cosas con el tiempo cambian, y no es lo mismo hablar del amor en el siglo XVII que a comienzos del nuevo milenio. Un ejemplo de ello es el 14 de febrero, fecha que ha sido designada para demostrar el “amor y la amistad” y motivo para que distintos comercios vuelquen sus mejores artilugios mercantiles con la finalidad de atraer a los enamorados hacia sus productos y servicios.
Apenas sale uno a la calle o enciende la radio, se encuentra con propuestas que no sólo invitan a demostrar el tamaño de nuestro amor, sino además a hacer patente el precio que le asignamos o, mejor dicho, que estamos dispuestos a pagar por él.
En ese afán irreflexivo de demostración amorosa, hay quienes salen tatarateando de la cuesta de enero para comenzar a trepar la empinada de febrero, que fue puesta ahí por motivos comerciales y con la truculenta trampa emocional de que es con dinero que se demuestra el amor, el cariño y la amistad.
Bajo ese esquema (y siendo irónicos), cenar en un restaurant de lujo en el que se intercambien regalos costosos, conlleva más amor que sentarse juntos frente a un comal para compartir una orden de quesadillas de huitlacoche, la cual pudieron pagar juntando las moneditas de los dos enamorados que, pobretones, tienen un amor de cuarta.
La verdad es que cuando el amor es profundo y verdadero, no necesita de recursos económicos para evidenciarse, y en cambio puede ser demostrado a través de pequeños actos que en sí mismos sean un poema.
No estoy diciendo que la vida cotidiana se resuelva con puro amor y que las parejas puedan vivir sin recursos y alimentándose de pasión y cariño. ¡Naranjas!, las compras del mercado, la ropa, la escuela, las medicinas del querubín y las tortillas se compran con dinero, pero éste no sirve para demostrar amor, y mejor al contrario, lo corrompe con su presencia.
Si no opina igual, piense en esto: ¿qué sentiría si supiera que el primer beso de amor que recibió en su vida, fue pagado? En ese caso, definitivamente, habría que tachar una de las palabras que va incluida en la pregunta, porque aunque hubiera existido algún tipo amor en medio de ese beso, el dinero lo habría echado a perder.
No estoy diciendo que no se deba festejar el amor, y si el próximo 14 quiere halagar a su pareja hágalo a gusto, bajo la conciencia de que vivirá amontonamientos en los restaurantes, que las flores son más caras en febrero, que las colas para entrar al cine son enormes y que por las prisas las sábanas no necesariamente se cambian cada vez que son usadas.
Insisto, para nada estoy en contra de lo anterior.

Lo estoy invitando a regalarle a su pareja un poema, una acción, un momento que se vuelva memorable y que usted sabe que no habrá cartera que pueda pagar, porque ese regalo caro formará parte del ser de quien ahora usted ama y seguramente, si lo hace bien, lo acompañará más allá de esta vida. Hasta la próxima.

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