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Mostrando entradas de febrero, 2016

Cotidianidades... 135

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Cotidianidades … Aunque uno de mis placeres preferidos es el de dormir, últimamente he tenido unas noches de insomnio de apariencia invencibles. Una de estas ocasiones, en lugar de luchar contra la imposibilidad de dormir, decidí aprovechar esas horas para avanzar en mis pendientes, y ya que no podía trabajar —porque si bien no estás tan cansado como para dormirte, tampoco andas del todo lúcido—, opté por al menos revisar algunos correos y mensajes que recibo en Facebook. Fue así como por fin me di el tiempo para checar un grupo de imágenes de la época de la Revolución Mexicana. Se trata de 237 fotos que reflejan eventos cotidianos durante la guerra que se vivió en México a principios del siglo pasado, en ellas vi a generales vivos y luego muertos, mujeres y hombres con armas en las manos y carrilleras al hombro, algunas escenas familiares y hasta románticas, y ejecutados, muchos ejecutados, algunos colgados de los árboles y otros por fusilamiento. En casi todos los casos se veía

Cotidianidades... 134

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Cotidianidades… Ahora que vino el Papa a visitarnos a Chiapas, resulta casi imposible no hablar de él. No sólo lo vemos a cada rato en la tele, sino que las charlas cotidianas están salpicadas por comentario a favor o en contra de su gestión como líder de la iglesia católica, del modo en que estamos desatendiendo los asuntos verdaderamente importantes (el dólar, el precio del petróleo, la violencia, la anomia) y también por los gastos que se generaron con su visita.         Además, fiel a su estilo, el gobierno del estado se dedicó a armar una bienvenida estilo Televisa, con canciones entonadas por personas que no representan a los chiapanecos ni son parte de nuestra historia, y con actos protocolarios vacíos de contenido pero llenos de fotos que —cual adolescente facebookero— pretenden mostrar imágenes que no coinciden con la realidad.      Esto, por supuesto, generó enojos y preguntas punzantes en la población, ¿por qué de nuevo se gasta tanto en publicidad, carteles y lonas, cuan

Cotidianidades... 133

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Cotidianidades… Tenía tres años de edad cuando nos pasamos a vivir a la que sería mi casa por más de tres décadas. Ahí los niños contábamos con pequeñas zonas boscosas en las cuáles solíamos perdernos para vivir aventuras que nos habrían envidiado vaqueros, arqueólogos y exploradores.          P egado a una zona de árboles de mango, vivía un anciano amable aunque de poca memoria, que a veces pretendía preocuparse por nosotros y nos observaba jugar, atento a cualquier incidente. Una tarde nos salió con la ocurrencia de que entre tanta hoja tirada podría haber bichos venenosos que, amén de terminar con nuestros juegos, le dieran fin a nuestra existencia, y en el afán de evitar tales riesgos —nos explicó con gesto solemne—, debíamos levantar esa basura. No habíamos terminado de digerir su perorata, cuando ya nos había armado con sendas escobas y nos repartió por zonas para juntar los montones de hojas a los que luego él les prendería fuego (en aquella época intuíamos que no era cor

Cotidianidades... 132

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Cotidianidades… Los desayunos familiares fuera de casa y los niños pequeños no suelen ser una buena combinación. Aun cuando se busque un destino donde nuestros querubines puedan dar rienda suelta a su alegría y liberen la energía acumulada sin antes romper una jarra o taclear a alguno de los meseros, siempre corres el riesgo de un potencial desastre o al menos de una caída, que termina con tu criatura llorando mientras señala al hijo de otra mesa. Para evitar ese tipo de situaciones, cuando llegamos a un restaurant con juegos a mi hijito le echo unas veinte bendiciones, le cuelgo un amuleto de ámbar para las envidias y el mal de ojo, le amarro un cinturón mapuche que lo protege contra la maldad, le pongo un casco de motociclista y peto de taekwondoín. Si ni así quedamos tranquilos con la seguridad del querubín, mi esposa, con voz firme y sin titubear, ordena que el guardaespaldas y cuidador personal del niño siga sus pasos. Por supuesto que en esos casos yo —sin chistar porque me va