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Mostrando entradas de marzo, 2018

Cotidianidades... 206

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Junto con el puente de marzo, llegaron los festivales de la primavera, para los cuales mamás y papás deben improvisar disfraces y vestuarios que los niños nunca más utilizarán, y que terminan arrumbados en cualquier rincón de la casa, hasta que años después, días antes de que el chamaquito entre a la universidad, se acepte que eso es basura. Por suerte, en medio de ese jolgorio mercantil, las maestras del querubín se lucieron, pues acompañaron a sus alumnos en el proceso de crear las máscaras para el espectáculo primaveral, pensaron en actividades que nos mostraran otras habilidades de nuestros hijos y nos invitaron a pintar una playera juntos. Creo que todos salimos contentos, se notaba en el ambiente entre los adultos y en las carreras y los gritos del chamaquitaje, y aunque nuestro niño ha demostrado tener una buena memoria, la dueña de mis quincenas me preguntó: —¿Tú crees que al paso de los años, él también recuerde estos momentos? No le respondí porque no sabía qué deci

Cotidianidades... 205

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Viví en Buenos Aires a principios de este siglo. Allá presencié la devaluación del peso argentino, el corralito financiero que impedía a los cuentahabientes usar sus ahorros, los cacerolazos como protesta contra el gobierno, las manifestaciones multitudinarias en las calles, saqueos a comercios, que ese país tuviera hasta cinco presidentes en una semana y, quizá lo más doloroso, vi cómo individuos caían en la desesperación más profunda por su situación financiera familiar. En ese ambiente complejo, tuve la fortuna de conocer a personas maravillosas que me abrieron las puertas de sus casas y sus corazones para invitarme, así fuera por un ratito, a formar parte de sus familias. Con ellos recordábamos la entonces reciente devaluación mexicana con Zedillo, así como el catastrófico efecto tequila, y también explorábamos todas las condiciones y herramientas con que contaban para remontar la crisis. Mentiría si dijera que la sensación de angustia y dolor era permanente. Entre el caos, m

Cotidianidades... 204

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El cuatro de marzo pasado, El Universal denunció cómo el culto a la imagen de los políticos ha costado poco más de 5 millones de pesos en los últimos diez años. Se refería al pago de retratos a lápiz, pinturas a pastel y en óleo, además de fotografías oficiales de funcionarios, rectores de universidades y, por supuesto, los nunca suficientemente bien ponderados presidentes. Sinceramente pensé que se trataba de un error. Es más, releí la nota para comprobar la cantidad, y sí, eran 5 millones 397 mil pesos. El punto es que no sé si ando de despilfarrador, pero hasta se me hizo poco. Y no es que eso me entreguen de vuelto cuando voy por las tortillas, ni que esté de acuerdo en que se gaste toda esa lana en promover la imagen de estos tlatoanis de barro mal cocido, sino que, supongo, a mi percepción le hicieron una broma entre varias variables. La primera fue una variable un tanto bonachona, pues me dio gusto saber que pintores, dibujantes y fotógrafos hayan logrado hacer un negocio