Cotidianidades... 156
Por razones profesionales debí ver a un amigo en una cafetería cerca de mi casa, con la promesa que no tardaríamos más de quince minutos en el encuentro. Llevé conmigo al querubín, que soñaba con caminar por las calles mostrándole al mundo que él es el verdadero y auténtico Capitán América, y como prueba irrefutable iba enfundado en su disfraz, llevaba una máscara original (hecha con fieltro y entusiasmo) y su escudo de adamantio de plástico de verdad. Mi amigo me esperaba con una trampa emocional. Ahí estaba su padre, un señor que en nuestra adolescencia nos acompañó con consejos, bromas y risotadas, y a quien tenía varios lustros de no ver. Claro que los quince minutos se convirtieron en más de una hora de charla entretenida (para los adultos, no para el niño). Mientras manejaba de regreso, y para descargar cierto remordimiento, le pedí disculpas a mi hijo por haber tardado tanto en el café, sobre todo en virtud de que yo le había prometido que se trataría de una reunión cort...