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Mostrando entradas de octubre, 2015

Cotidianidades... 121

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Cotidianidades... Los sueños, cuando son intensos, suelen generarnos angustias, miedos u otras emociones placenteras, aunque al mismo tiempo son capaces de provocarnos tales sobresaltos, que no somos pocos los que hemos despertado golpeando el colchón porque, mientras dormíamos, soñamos que íbamos cayendo. Hay algunos sueños traviesos   —o quizá angustiantes— en los que, por ejemplo, sueñas que buscan un baño porque el cuerpo así lo exige. De pronto ya no aguantas más y sientes un huracán Patricia en la vejiga, hasta que por fin encuentras dónde desahogar tus penas. ¡Pero es pura fantasía!, y justo cuando estás a punto de entrar al placer sublime de comenzar a vaciarte, notas que todo es falso, así que despiertas como puedes, te levantas atolondrado y ansioso por encontrar un baño de verdad, donde —con el alma en su lugar y sintiendo cómo se relaja el cuerpo— agradeces la suerte bendita de no haber mojado la cama. De acuerdo a la tradición tsotsil, un sueño no es sino la continuac

Cotidianidades... 120

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Cotidianidades… Mientras revisábamos unos textos un amigo y yo, escuchamos los gritos (qué digo gritos, alaridos) de una de sus vecinas. La situación parecía tan desesperada, que no tuvimos tiempo de ponernos nuestros trajes de súper héroes ni de quitarnos la falsa panza con que pretendemos pasar por personas comunes y corrientes, y así, disfrazados de seres anodinos, fuimos en ayuda de la desesperada mujer. —¡La violinista! ¡La violinista! —nos gritaba mientras daba saltitos y movía las manos como si se las hubieran quemado— ¡Ahí estaba la violinista! —dijo ahora con voz quebrada y como si se le estuviera desgajando la garganta. La verdad es que pensé que se trataba de alguna asesina serial, parecida a la mata viejitas. Fue por eso que le pregunté a la señora las señas de la delincuente musical. —Tenía ocho patas y era de color marrón —dijo ahora con las manos entrelazadas, casi a punto de ponerse a rezar. —¿Se droga? —le murmuré la pregunta a mi amigo. —No —respondió

Cotidianidades... 119

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Cotidianidades… Cuando era niño, durante una temporada viví en una colonia donde todavía se podía salir a correr por las calles, jugar futbol o pretendernos exploradores en los terrenos baldíos. Sabíamos nuestros nombres, pero en no pocos casos algunos contaban con apodos heredados de sus padres y así los llamábamos sin que por ello se sintieran ofendidos. De entre todos los vecinos recuerdo a Manuelito, que vivía frente a la casa de mi abuela y además de ser amable con los adultos, tenía la cualidad de preocuparse por los más pequeños y el defecto de aparecer donde no era requerido, lo que no pocas veces le significó la amenaza de ser agarrado a golpes por otros niños con menos paciencia o más acostumbrados a modos violentos de resolver los asuntos. Manuelito, echando mano de la diplomacia y para no quedar mal parado, se retiraba diciendo algo así como: “sólo porque soy buena onda, no te meto tu buena madriza”. Tantas veces lo dijo, que terminó siendo una frase con la cual

Cotidianidades... 118

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Cotidianidades… No sé qué ideas pasaron por su mente cuando mi querubín, a sus tres años y medio, tomó una de las decisiones más importantes de su vida, pero sí puedo decir que actuó con decisión y sin que le temblara el ánimo. Caminó sonriente hacia nosotros y con una trampa ingenua pero efectiva, se llevó a su mamá al baño. Sólo quería —nos dijo— lavarse las manos para no ensuciar sus juguetes, y por su estatura requiere apoyo para alcanzar el lavabo. A pesar de que le hice caso y no me acerqué a ellos, las cortas distancias de estas casas modernas permitieron que yo escuchar su petición: —Mamá, ¿te quieres casar conmigo? “¡Traición!”, gritó mi alma, y con una sonrisa maléfica me apresté a escuchar la respuesta pérfida que, ¡desgracia de todas las desgracias!, no se hizo esperar: —Me parece bien —dijo ella, emocionada—, pero, ¿qué hacemos con papá? —Se puede ir a dormir a casa de abuelos —contestó el niño, cruel en su inocencia, que luego salió corriendo del baño porque